Honor a quien honor merece

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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



El encuentro entre Uribe y el presidente electo el miércoles pasado es fácilmente reconocible por todos como histórico. Es visto como la reconciliación entre dos antagonistas a muerte y un buen presagio de lo que podría suceder en la Colombia de Petro. Pocos entienden que Uribe con sus últimos actos podría haber hecho lo suficiente para preservar la democracia en Colombia. Supo ponerle el cascabel al gato.

No espero mucho de Petro a pesar de la euforia que vive gran parte del país. El carácter y los valores son los que definen a las personas, y el Petro presidente no es distinto del de antes. Sigue siendo mezquino y mala persona y actuará en consecuencia. Pero hoy quiero hablar de Uribe, quien es de lejos el presidente más importante y más grande de la historia colombiana contemporánea.

Mi relación con la figura de Uribe ha tenido altos y bajos. Voté por el la primera vez, me decepcioné posteriormente debido a un segundo mandato plagado de lunares. Con el pasar del tiempo lo comencé a valorar con una visión de la historia y de lo que significó para el país, y solo entonces pude ver al gran estadista.

Que Uribe haya aceptado reunirse con Petro por considerándolo un contradictor y no un enemigo es un acto de grandeza. Es mejor hombre que yo. Petro y sus aliados han dedicado décadas a tratar de aniquilar política, y literalmente, a Uribe. Petro y sus aliados han dedicado décadas a ponerle palos en la rueda a casi todos los gobiernos y han incendiado el país en múltiples ocasiones para que no tuvieran éxito y poder demostrarle al mundo que el sistema corrupto había fracasado. ¿Y que hace Uribe? Reconoce sin titubeos la victoria de Petro, lo trata con humildad y reconociéndolo como el presidente legítimo de los colombianos, anunciando una oposición razonada y razonable e invitando a los colombianos a quedarse en Colombia.

Retomo el punto inicial. Lo hecho por Uribe podría ser suficiente para salvarnos de una dictadura. Uribe solo, sin ceder a sus principios ni a sus posturas ideológicas hizo lo que no fueron capaces de hacer los partidos ni los congresistas bandidos hoy todos montados en la petroneta.

Uribe con sus actos transmitió un poderoso mensaje y una advertencia que no podrán ser ignorados por Petro, cualquiera que sea el rumbo que finalmente tome su gobierno. Al reconocer la victoria, Uribe dejó constancia histórica de que la democracia colombiana a pesar de sus falencias funciona, y que respeta la voluntad popular legítimamente expresada en las urnas.

Al declararse un contradictor razonable, deja nuevamente constancia de que la oposición es viable en Colombia y que puede ejercerse con respeto, civilizadamente y sin destruir al país. Mejor aún, no pide nada a cambio. Reconociendo que se juega su papel en la historia, en su tema personal le pide que lo deje por fuera de su “perdón social”.

Al reconocerlo como presidente legítimo, Uribe legitima la institucionalidad. Le reconoce a un personaje opaco como Petro la dignidad presidencial simplemente por el hecho de ser el presidente electo de Colombia. El mensaje es que la figura presidencial, la dignidad presidencial se respetan por encima de todo y sin importar quien ocupe el cargo. Presidentes van y vienen.

Al invitar a los colombianos a quedarse en Colombia y a trabajar por el país, demuestra un gran amor patriótico. Lo que es más importante, notifica al país que el gobierno Petro debe terminar en cuatro años y que será la democracia la que decida el siguiente paso.

Antes de que Petro asuma la presidencia, Uribe rebatió todos los argumentos con los cuales el primero justificó siempre su lucha contra el estado y las instituciones y se le adelantó a cualquier tentación autoritaria. Grande Uribe.