La reforma educativa

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Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



La foto es diciente: la joven estudiante abraza el escudo antimotines de un adusto policía preparado para un enfrentamiento armado mientras que ella solo tiene por arma su exuberante y fresca sonrisa y una chupeta en su boca como manifestación de voluntad de paz para seguir marchando en protesta por el, después fallido, proyecto de ley de reforma educativa.

Los plantones en el país sumaron, como nunca antes, a miles de estudiantes de todas las universidades públicas y privadas, de todas las ciudades, de todas las tendencias.

Lamentablemente no faltaron algunos disturbios provocados en buena parte por infiltrados ajenos a las marchas estudiantiles y por agentes del Estado en otros casos, algunos estudiantes de espíritu belicoso y hasta políticos en decadencia, como la exsenadora Piedad Córdoba y el exvicepresidente Francisco Santos, quienes metieron desafortunadas bazas, en ambos casos incitando a cambiar el rumbo de las marchas tranquilas y con objetivos claros.

El propósito de los estudiantes de tumbar la reforma fue logrado, más por la sensatez del presidente Juan Manuel Santos que por la pobre visión de muchísimos funcionarios del Estado, más por el espíritu democrático del primer mandatario que por la incitación oportunista a la represión armada de parte de los pendencieros profetas de la represión o del conflicto. No se permitió la polarización que fomentaban desde las orillas opuestas los conocidos voceros de los pensamientos extremos.

Los estudiantes tenían tres objetivos claros: hacer retirar el proyecto de reforma educativa, buscar otro modelo de educación ampliamente participativa, y el respeto al derecho de movilización social.

El presidente Santos, una vez más, ha demostrado su talante democrático al retirar el proyecto e invitar a todos los sectores sociales a participar en la construcción de un modelo educativo acorde con las necesidades del país y ajustado a la realidad social de los estudiantes.

Voces autorizadas y pensantes nos hacen ver la disparidad de la proyección presupuestal hacia el futuro próximo, cada vez más precaria para la educación en términos de PIB, como creciente para la insensata guerra.

Otros nos hacen caer en cuenta del repudiado modelo de violencia armada que ha terminado en la humillante y estruendosa caída de "Alfonso Cano" en momentos en que el exguerrillero reinsertado Gustavo Petro gana la Alcaldía de Bogotá a través de los mecanismos democráticos participativos, cuando la amplia protesta social de los estudiantes, pacífica, logra sus metas.

Las extremas, siempre violentas y mentirosas, han sido las grandes perdedoras: los unos, porque no lograron, ni con embustes, consignas caducas y repudiada violencia, tomarse la vocería de la más importante movilización social de estos tiempos, y los otros porque no pudieron sacar a los estudiantes de sus marchas a punta de gases lacrimógenos y falsedades, como ha sido su sempiterna costumbre. Hasta ahora, un aplauso por la cordura de los estudiantes y del presidente Santos.

Ahora bien: ¿Hacia dónde debe apuntar el modelo educativo a seguir en Colombia? Lo importante es trabajar en materia de cobertura, accesibilidad, contenidos, calidad y necesidades de país, como puntos centrales, teniendo siempre en mente que la investigación debe ser la bandera más importante.

La historia ha demostrado hasta la saciedad que países destrozados por guerras asoladoras como Japón y Alemania después de la Segunda Guerra (ese referente histórico), le apostaron a la educación para resurgir de sus cenizas, logrando en corto tiempo posicionarse en el podio del desarrollo como grandes potencias mundiales; otro ejemplo es la Corea de su postconflicto: mientras los norteños se matricularon con el extremismo comunista y el belicismo como bandera, los del sur se fueron por el camino de la democracia y la educación; unos años después la disparidad es enorme, a favor de los segundos. Naciones tercermundistas sin conflictos ni ejércitos como Costa Rica son modelos a seguir en cuanto a progreso a través de la educación.

Actualmente, Colombia exhibe una deshonrosa posición mundial en cuanto a la desigualdad social se refiere, superando solo a dos países de extrema pobreza como Haití y Angola. En nuestro país, las políticas fiscales apuntan a favorecer la concentración de riquezas, a feriar interesadamente los recursos naturales, que son del Estado y no del mandatario de turno, y malgastar el erario en inútil burocracia y corrupción.

El ingrediente bélico es visto más como una oportunidad de saqueo por parte de los corruptos que una necesaria partida para combatir a los irregulares. Le ha llegado la hora a un cambio profundo de modelo social, una locomotora impulsada por los motores de la educación, la ciencia y la investigación para empezar a construir un país con un futuro más claro, incluyente y beneficioso para la mayoría.

Es el momento de la cordura y la sensatez de todos quienes participen, que impere el interés general y la visión de futuro para los ciudadanos en ciernes. El camino es largo y culebrero, pero hay que lograr los propósitos. Confiamos en la palabra de las partes.

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