La barbarie avanza…

Columnas de Opinión
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Una humanista rusa declaró hace poco: "…Cuando la guerra de Irak estaba en su apogeo, y se destruían sin sentido alguno, vidas humanas, me preguntaba, ¿cuántas más terribles conflagraciones son necesarias para que la humanidad abra los ojos y comprenda que el existencialismo, el escepticismo y el sensualismo es lo que nos está conduciendo a la animalidad?

Porque la falta de ideales trascendentes, el endiosamiento de la materia y de la fuerza bruta convierten a los hombres en enemigos entre sí y los cambia en lobos, en vez de establecer la hermandad y la cooperación".

Y ciertamente, la muerte sucesiva de todos los postulados filosóficos relacionados con el origen cósmico del hombre, el odio hacia todo lo que tenga sabor a divinidad y la ausencia de una ética surgida del fondo de la conciencia, acarrea de un modo inevitable el desprecio íntimo a la ley natural y secuencialmente a la ley escrita, a los derechos humanos y a todos los tratados internacionales que de hecho quedan reducidos a mera palabrería, a simples papeles.

En nuestras culturas modernas es muy fácil detectar, al lado de algunos aspectos civilizados, el crecimiento siempre progresivo de actitudes bárbaras que florecen a la sombra de todos los medios y facilidades que proporcionan la tecnología y la ciencia contemporánea.

Sin embargo, el hombre de conciencia dormida, lleno de ideas falsas sobre sí mismo, no percibe esta contradicción, se niega a aceptar que la causa raíz de la barbarie está dentro de él, supone equivocadamente que somos "el más elevado producto de la evolución mecánica" y que por tal motivo esas contradicciones son pasajeras y circunstanciales, propias de una etapa de transición.

No obstante, allí están la primera y la segunda guerra mundial destruyendo las grises teorías de los intelectuales, allí están los hechos hablando por sí mismos, señalando con su dedo acusador la barbarie y degradación psicológica de los hombres y mujeres que poblamos la faz de la Tierra.

Allí están las tantas guerras locales y las guerrillas, bañando de sangre a muchos países; allí están por todas partes los desaparecidos de las muchas dictaduras militares, ya de derecha o de izquierda, amén de los paredones de fusilamiento, las cárceles y los destierros.

La subcultura de la barbarie crece simultáneamente con la civilización actual, pero es importante saber que las dos no pueden desarrollarse indefinidamente en líneas paralelas. "Llega el momento inevitable en que la barbarie entorpece el desarrollo de la civilización y gradualmente o posiblemente con rapidez la destruye completamente, tal como ha sucedido en la caída de las grandes civilizaciones antiguas, cuya decadencia se debió no tanto a ataques externos, sino a la degeneración interna o psicológica", dijo el historiador italiano, César Cantú.

Si examinamos la vida moderna sin prejuicios ni preconceptos, vemos cuán pequeños son los lugares ocupados por los principios civilizadores que no están al servicio de la barbarie, podemos percibir entre otras cosas que la búsqueda de la verdad ocupa apenas un reducido espacio en el pensamiento del hombre contemporáneo, pues sólo vive en función de su querido egoísmo, en temores y vanidades, en distracciones y diversiones, en ansías de acumulación, en el rutinario trabajo diario, en los cuidados y preocupaciones cotidianas, estando por ello infinitamente lejos de la espiritualidad trascendente, que podría sacarlo del sueño de la conciencia y el subsecuente estado de barbarie.

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