Sí, señor, soy soldado de Colombia!

Columnas de Opinión
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El viento arrulla al pensamiento ayudándome a mantener fresco los recuerdos que me son más queridos: mi familia, mi hogar, mi novia, mis amigos, mis momentos, mi tierra.

Es el buen amigo el viento el mismo que me acompaña de mañanita en la garita de guardia, en el camino tortuoso, en combates fieros, en los entrenamientos fuertes, en estrechar la mano del civil, en abrazar al que hasta hace un segundo era el enemigo a vencer, a regalarle una sonrisa al niño que me admira, al pueblo que me ovaciona y me reclama orgulloso.

Tener la frente en alto y mantenerla, es reafirmar más el colombiano que soy. Estar siempre allí donde lo exige la situación, presto a demostrar honor e hidalguía, lo mismo que humildad, es nuestra característica.

Ser soldado es un orgullo para cualquier ciudadano del mundo. Pero ser soldado de Colombia es más que un orgullo: es nuestra razón de ser.

Es caminar bajo la lluvia sin condición, es mirar de frente al sol celoso de la verraquera del hombre que viste de camuflado, es ser maestro y discípulo del Orden Cerrado, es asimilar con alegría el proceso de instrucción militar, es sacar pecho y levantar la cabeza. Es llorar a veces, cuando abrimos la puerta falsa de la nostalgia y no está el ser que deseamos esté en el momento que más lo necesitamos, es levantar al "lanza" herido y ayudarlo a salir del peligro.

Estar acompañado del fusil, amigo inseparable, del morral que se convierte en nuestro confidente, de sueños que después se hacen realidad, y de un pequeño radio donde las canciones vallenatas nos redimen el alma, y más si son esos vallenatos que ya no vienen, esos vallenatos que en el alojamiento nos hacen pegar un grito de alegría y nos fuerza a cantarlo a voz en cuello, es una sensación indescriptible. Siempre una canción vallenata acompaña al soldado soñador, al que está en el páramo y al que está en el desierto, al que está en la orilla del mar y al que está en las fronteras.

En la guarnición se aprende a quererse más a uno mismo, a recordar con nostalgia a los seres que en la vida civil muchas veces ignoramos, y que aquí nos damos cuenta cuánto lo queremos y extrañamos. Aprendemos a cocinar, a lavar, a asear nuestro alojamiento y lo más hermoso: a respetar al compañero

Sí señor, soy soldado de Colombia, de esa patria que llevo dentro, de esa gente buena que duerme tranquila porque sabe que aquí está un hombre, carajo; soy soldado porque mis ancestros en mi alma infundieron honradez, sencillez y respeto; soy soldado porque siempre habrá un horizonte que defender, un sueño por realizar, una novia por abrazar y un amigo que se va; soy aquel soldado que va a la guardia a las 01:00 horas a pedirle el favor al Administrador de Guardia que me firme la constancia de que sí estuve allí por orden de mi superior, al olvidar cumplir una orden.

Hoy deseo gritar que por siempre, para siempre, donde sea y cuando sea seré soldado 1/3 y llevo en lo más profundo de mi ser a todos los oficiales, suboficiales y soldados con quienes tuve el honor de compartir y de quienes aprendí que la vida es vida porque nos da la gana de vivirla y que ella siempre comienza mañana con cada canto de los gallos y cada rebuzno de los burros enamorados y el canto de los grillos alborotados.

Pero sobre todo soy soldado porque quiero ver esta patria grande, respetada y libre. Soy soldado 1/3, como Ibarra… ¿Y tú, amigo, de cuál contingente eres?

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