¿Hasta cuándo la crisis de la salud?

Columnas de Opinión
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La crisis de la salud en este país tiene su causa intrínseca: han colapsado los valores espirituales en los gobernantes. Cuando se reflexiona sobre esta infausta situación, lo primero que podemos descubrir en estos "monstruos", es la carencia de sensibilidad humana, o sea, ya no son seres humanos en el sentido exacto del término.

Por otro lado, tenemos un Estado inepto, inoperante; no podemos olvidar que el Estado está dirigido por individuos, y si lo individuos son desalmado el Estado también lo será.

Es necesario comprender que la salud pública es de hecho un problema social y como tal debe ser directamente atendido por el Gobierno. Si esto no es así, estaremos frente a un Gobierno inhumano.

Hospitales, médicos, medicinas, funerales, dentistas, por ejemplo, es cuestión social y por ello debe estar absolutamente bajo el control del Gobierno.

¿Cómo podemos negar que la enfermedad sea un problema social y por consiguiente debe estar a cargo del Estado? La salud está en crisis desde el momento en que el Estado congeló los programas sociales y desde ese instante funesto cientos de personas mueren por falta de atención médica; y de esta forma "seres humanos", léase bien "seres humanos" sucumben por no tener dinero para comprar medicinas o para pagar la consulta al doctor; y el Gobierno ¿qué?

Los gobernantes están llamados a aliviar todas las necesidades sociales a los gobernados. Eso sería la auténtica y verdadera "seguridad democrática". Toda real "seguridad democrática" está llamada a servir, dando, sanando, haciendo grandes obras de caridad al atormentado proletariado.

Ya es hora de que pasemos de la demagogia con sus ridículos terminachos a los hechos claros y definitivos, pues el pueblo está cansado de promesas y más promesas, el pueblo ya no quiere engaños, el pueblo quiere obras concretas y efectivas; no lindas ofertas mentirosas porque de éstas nadie come.

Si los políticos estuvieran pletóricos de valores espirituales llegarían a concebir la política como la ciencia revolucionaria del progreso social.

Todo verdadero político es un sacerdote que oficia en el altar de la patria.

Cuando un político es anémico en valores espirituales entonces cae en el aspecto negativo de la política, y a la sombra de ésta se esconden los politicastros, los asesinos, los ladrones, etc., que finalmente originan en última problemas como ocurre en la actualidad, en el caso de la salud del proletariado.

Un estadista que ignora la causa causorum de todos los acontecimientos sociales, es como un mal médico que ignora el origen de las enfermedades que se propone curar. Los politicastros se preocupan mucho más de la seguridad de sus puestos burocráticos que de la salud del pueblo.

El político verdadero, no el politicastro, debe hablar y obrar a favor del bienestar del proletariado.

No es con cañones, ni con más pie de fuerza con sus abominables ametralladoras, ni con bombardeos como vamos a hacer retroceder al terrorismo. Si de verdad se quiere vencer a los grupos armados criminales, el pueblo necesita tener gobernantes comprensivos, de brillantes ideas y magníficas obras.

Colombia es un país lleno de gente pobre y enferma, que debe ser sanada, que debe recibir medicinas. Hoy, cuando te acerques a las urnas a depositar tu voto, ¿vas a tener en cuenta concienzudamente cuál es la persona que actualmente necesita el pueblo para aliviar sus problemas?

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