Fantasma viviente

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Eimar Pérez Bolaños

Eimar Pérez Bolaños

Columna: Opinión

e-mail: eimar.perez@unad.edu.co


Nuevamente pasando por un reto electoral en Colombia y es común observar especialmente los fines de semana caravanas, la mayoría de ellas en vehículos; es así que se ha vuelto agitada la cotidianidad por estos días en términos de movilidad. Por tanto, las reuniones programadas por los diferentes lideres de partido no se hacen esperar y evidentemente con todo un plan logístico, para cuando llegue el esperado candidato no falte ningún detalle.

Para mí es interesante que se abran esos espacios de participación, si es que se puedan llamar en el sentido estricto del término, lo digo por las sospechas de las libertades reales que tiene la comunidad al asistir a escuchar los diferentes programas de gobierno. Sin embargo, a parte del ejercicio político que es importante, lo que me causa curiosidad de estas actividades es la logística en pro del éxito de los eventos.

Mi percepción frente al tema, es cómo la mayoría de los funcionarios públicos, en este caso aspirantes a las curules, se muestran frente a la comunidad. Muchos son demagogos y realizan prácticas inusuales, la mayoría diferentes a cuando no es tiempo electoral, por ejemplo: caminan por las calles con naturalidad, saludan, dan la mano a todo el mundo y en la época digital la selfi no se hace esperar.

Otros en cambio, por los años con una curul, se muestran como aquellos “extintos” capos de los años 80 y 90: un gran cordón de seguridad, camionetas, reuniones en fincas, wiski, fajos de billetes y comida por doquier. Hasta el punto que la comunidad y sobre todo los lideres de campaña los tiene endiosados. En su espera frente al público, los nervios logísticos son evidentes, nada puede salir mal, porque el “patrón” o “don tal” se puede molestar o incomodar.

También hay nuevos aspirantes que, si vienen de familias políticas tradicionales optan por cualquiera de las dos prácticas mencionadas. No obstante, si hay dinero de por medio la arrogancia no se hace esperar y quienes pagan por lo general los platos rotos del éxito o no de los eventos, o de la no elección, por lo general son los lideres de campaña, son quienes asumen los resultados del proceso llamado política.

El fantasma viviente de los “extintos” capos colombianos, que lastimosamente ha sido racionalizado por una gran mayoría de ciudadanos, también, pone en evidencia cómo muchas de sus prácticas aún están ligadas al estilo y forma de hacer política que todavía presentan algunos candidatos ante la comunidad, es decir, de superioridad y de poder, además es la reafirmación del sometimiento y el chantaje como mecanismos de elección.

Todo lo mencionado, me permite pensar en el sentido de la función pública y en la necesidad de reivindicar dicha práctica, dado a que a la praxis política se le ha dado un horizonte lejano a las comunidades y a sus realidades, cayendo en el circulo repetitivo de la necesidad-solución-voto. Por tanto, esperanzados en las transformaciones estructurales del país, nuevamente tenemos la oportunidad de participación, ojalá libre, espontánea y en conjunto.