Crisis migratoria - II

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



Algunas noticias impactantes saltan a los titulares de prensa; con el tiempo pasan a segundo plano y, posteriormente, terminan en el olvido. A veces, cuando su magnitud obliga, acaparan nuevamente primera página. Hace un par de semanas un barco con 50 personas zarpó de Dunkerque hacia territorio británico, naufragando casi de inmediato, con un saldo fatal de 27 víctimas. Conmocionados, Boris Johnson y Emmanuel Macron coincidieron en que el Canal de la Mancha no debería convertirse en un cementerio. No era el primer naufragio fatal, pero sí el que llamó la atención de autoridades y prensa. De inmediato, la fiscalía francesa anunció la correspondiente investigación.

Tampoco se trata de los primeros casos. La llamada crisis migratoria europea, o crisis migratoria del Mediterráneo, es una situación humanitaria crítica agudizada por el flujo ilegal y descontrolado de refugiados y solicitantes de asilo, siempre en condición de vulnerabilidad que migran por carencias monetarias y de oportunidades en países saqueados y convulsionados. Las vías irregulares hacia la Unión Europea llenan los bolsillos de traficantes de personas; algunos migrantes fallecen en el intento y otros, capturados antes de entrar, son deportados. Más de un millón de personas ha entrado al continente europeo y casi todos lograron asilo; otros continúan en la ilegalidad.

El Rio Bravo es otro escenario trágico; diariamente, muchas personas intentan cruzar este encrespado paso, generalmente en frágiles embarcaciones. Pocos logran llegar a Texas, y la “migra” muchas veces captura a esos ciudadanos, latinoamericanos casi siempre, pero también asiáticos y africanos que buscan un vivir mínimamente digno. Los “coyotes”, contrabandistas de personas, cada día cobran más por sus servicios; la Guardia Nacional mexicana patrulla la frontera y es más complicado “comprarla” que, a los oficiales de inmigración, dice un “coyote” que anuncia sus servicios en redes sociales diciendo que facilita “el sueño americano”. Tan complicada será la vida de muchos tercermundistas que prefieren “el trabajo sucio” (lavar platos, recolectar productos agrícolas o trabajar de aseadores) para tener un estar decente que haciendo trabajos técnicos o, inclusive, profesionales en sus países de origen. Adicionalmente, unos cuantos dólares irán a sus naciones para aliviar la situación de sus familias. A junio de 2021, las remesas pesan el 2,5% de nuestro PIB. Después de México y Haití, Colombia es el país donde más remesas se reciben. Más que las empresas de remesas, las vías digitales son las preferidas para enviar anualmente casi USD 7.000 millones.

En buena parte la codicia de las grandes potencias provoca control político o invasiones depredadoras a países con recursos naturales que, a la par de intereses particulares y gobiernos corruptos, desequilibran las precarias situaciones económicas, empobreciendo más a los pobres y enriqueciendo a los más ricos; las migraciones no se hacen esperar. En el caso de nuestra región, los sistemas políticos, la enorme corrupción y, en ciertos casos, los bloqueos económicos repercuten directamente en los ciudadanos, particularmente los más vulnerables. En América Latina, tanto los países socialistas (Cuba o Venezuela) como los neoliberales (Colombia o México) padecen estos efectos. Los cubanos y los mexicanos han migrado masivamente a Estados Unidos, al igual que muchos ciudadanos centroamericanos; un sinnúmero de colombianos migró en masa a Venezuela en los años 90 y, hoy, una enorme afluencia migratoria se desplaza de allá hacia nuestro país; en buena parte, migrantes colombianos y sus descendientes.

En estos días se hizo viral la noticia de enormes filas de ciudadanos colombianos en los despachos de la cancillería buscando pasaportes; un “periodista” afecto al gobierno fue a entrevistar a quienes hacían cola, pensando que le dirían que la economía que se pregona maravillosa y creciente, les llevaría a vacacionar fuera de Colombia; su decepción fue mayúscula. Estos decepcionados ciudadanos se van en busca de oportunidades las que su patria les niega. La peor pérdida de una nación, más que sus recursos naturales, es su capital humano. Las naciones receptoras lo aprovechan sin haber pagado un solo céntimo en su formación.