José Saramago y sus novelas inquietantes

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Escrito por:

José Vanegas Mejía

José Vanegas Mejía

Columna: Acotaciones de los Viernes

e-mail: jose.vanegasmejia@yahoo.es



El 16 de noviembre de 1922 nació en Azinhaga, Portugal, José de Sousa Saramago; dos años más tarde se radicó en Lisboa, donde cursó sus estudios y residió por mucho tiempo. Fue un escritor rebelde. Ateo declarado. Su rasgo más notorio en el ejercicio de la escritura fue la redacción de frases extensas, hasta de más de una página, separadas apenas por comas en vez de puntos.

En “Ensayo sobre la ceguera” Saramago no ofrece la salvación, ni la felicidad, ni siquiera la tranquilidad. Esta obra es una creación literaria inquietante, pesimista; más que realista es catastrófica. Tal vez por esa característica, poco apreciada en literatura, nos previene sobre lo que puede pasar si no despertamos a tiempo. Aunque los comentarios sobre la producción literaria de Saramago privilegian su visión apocalíptica expresada en “Ensayo sobre la ceguera”, no debe olvidarse que también escribió “Ensayo sobre la lucidez”. Las huellas de su recia personalidad quedaron repartidas en obras de igual valor, como “La caverna”, “Historia del cerco de Lisboa”, “Memorial del convento”, “Todos los nombres”, “Tierra de pecado”, “El evangelio según Jesucristo” y “El año de la muerte de Ricardo Reis”, entre otras.

En “Ensayo sobre la ceguera”, el único personaje que mantiene la visión en medio de impenetrables tinieblas abriga la esperanza de guiar a los ciegos de hoy hasta una claridad futura. Pero Saramago advierte que el final de nuestra búsqueda no es positivo. ¿Estaría pensando en problemas como el cambio climático, tercamente negado por algunas autoridades mundiales?

Al leer la novela “Historia del cerco de Lisboa” se puede notar que con José Saramago, Premio Nobel de Literatura 1998, el personaje principal adquiere una importancia destacadísima, no solo porque a su alrededor giran las acciones sino debido a que su oficio –corrector de obras literarias– lo mantiene en contacto con los temas que los autores han seleccionado. El cerco a Lisboa ocurrió en realidad, en 1147; pero como el personaje central de la obra, Raimundo Silva, no resiste la tentación de cambiar el curso de los hechos narrados en el original que una editorial somete a su revisión, con su decisión arbitraria logra que el texto diga lo contrario de lo que el autor había afirmado.

La novela hay que leerla, por supuesto, para comprender en su verdadera dimensión las consecuencias que produce la inclusión de la palabra “no” en el contexto de lo narrado y, sobre todo, en la tergiversación de la historia de Portugal por causa de la intromisión deliberada provocada por el prestigioso corrector.

En “La caverna” no hay una historia interesante ni se desarrolla una trama que provoque suspenso. El mérito de la obra radica en el estilo personal de Saramago, en su manera de escribir. Se lo considera, por ello, un escritor atípico, pues el núcleo de su literatura está en la reflexión y el estudio del comportamiento humano. En pocas palabras, “La caverna” nos cuenta la historia de un alfarero, su hija y su yerno, quienes observan cómo el paso de los años hace que su oficio se vuelva anticuado debido al empleo de “nuevas tecnologías”. Literalmente, se los tragó el progreso.

La crítica de Saramago es demoledora. El autor no solo presenta los hechos sino que los analiza y profundiza en los pensamientos que los personajes puedan tener en el momento de cada diálogo. Saramago, falleció el 18 de junio del 2010, a los ochenta y siete años, en su apacible Isla Canaria de Lanzarote, España. Nunca supo si logró abrirnos los ojos con su prosa densa y sus reflexiones contundentes. Pero nadie podrá decir que no lo intentó.