Entre al ateo bueno y el exguerrillero marrano, que entre el diablo y escoja

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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



Algunos seudo intelectuales piden que se saque a Dios de la política. Parece que nadie les ha dicho que Dios está en todas partes. El tema se colocó en el centro de la campaña presidencial debido al ateísmo declarado de Alejandro Gaviria, y la sorprendente conversión del candidato Petro en Barranquilla. ¿Realmente importan las creencias de un presidente?

La cara de Dios es diferente según la nominación religiosa a la que se pertenezca. Para los judíos es uno, para los musulmanes el mismo pero diferente, para los católicos y protestantes también. Creo que a lo que se refieren los seudo intelectuales es a la religión más que a Dios per se. Es decir, a los preceptos que informan cada religión. En el caso colombiano, somos una nación predominantemente católica, o por lo menos de boca para afuera.

Demos una repasada al tema religioso porque tiene todo que ver con la política desde siempre. Comencemos por decir que el primer código del que tenemos noticia, el Código de Hammurabi, era una colección de preceptos religiosos. Continuemos diciendo que del catolicismo nació todo el acervo cultural de Occidente incluyendo sus leyes y códigos. La Revolución Francesa y sus ideas, los Códigos Napoleónicos y el marxismo no hubieran sido posibles sin el cristianismo porque todos recogen ideales cristianos. De hecho la Revolución Bolchevique es nieta del cristianismo aunque en una versión edípica. Para que nos entendemos claramente, el secularismo no es más que los preceptos religiosos pero con el estado en vez de Dios.

Se censura y se odia a la Iglesia Católica, pero si le dieran una revisada a la historia, notarían que ni el iluminismo ni ninguna de las revoluciones ideológicas de Occidente hubieran sido posibles sin la Iglesia Católica, a la cual le fue encomendada la función de fundar universidades y de encargarse del bienestar público por medio de los hospitales adonde llegaban todas las personas que tuvieran una necesidad. Solo a partir de la Peste Negra, los hospitales tomaron la forma que conocemos hoy. Ni que decir del papel protagónico jugado por la Iglesia en la formación del derecho internacional.

La Iglesia Católica manejaba los registros del estado civil y todo lo concerniente a herencias, y eran los que conocían la ley. En pocas palabras, los sacerdotes y monjes eran las personas que sabían leer y escribir en una sociedad que por gran parte de su historia fue inculta.

La conversión de Constantino hizo del cristianismo la religión oficial del Imperio Romano, y esto debe darnos luces sobre si importan o no las creencias de quien dirige una nación. Claro que importan, y aunque a muchos no les guste, la religión y Dios deben por fuerza ser parte del debate político. Así como el Código de Hammurabi, las creencias de quienes gobiernan modelan las políticas públicas y el comportamiento social. Si esto no fuera así, por qué la discusión en los Estados Unidos sobre una Corte Suprema conservadora o liberal, o la incomodidad que las leyes polacas generan al interior de la Unión Europea. Mientras que para los religiosos el aborto es homicidio para los progresistas es un derecho reproductivo de la mujer, y así sucesivamente. Lo que para unos es crimen para otros es derecho. Son diferencias fundamentales de política pública.

Se supone que en un país cristiano como Colombia, quienes nos representan y gobiernan deben estar alineados con los valores y creencias de la nación. Es un tema de cohesión social. Ya bastante tenemos conque nuestras altas cortes, so pretexto de la diversidad y progresismo judicial, estén dedicadas a destruir el tejido social y nuestra esencia, como para elegir un presidente que les haga el juego.
Es tan malo para el país tanto el ateo bueno como el marrano por conveniencia. De eso tan bueno no dan tanto.