Escrito por:
Hernando Pacific Gnecco
Columna: Coloquios y Apostillas
e-mail: hernando_pacific@hotmail.com
Nuestros mandatarios sufren la asfixia de las alturas. Con poder casi omnímodo, padecen de ceguera, insensibilidad, mareos y muchos otros males que les distorsionan la visión de la realidad.
Urge una intermediación válida para buscar acerca verdaderamente a los ciudadanos con el gobierno mediante diálogos constructivos e incluyentes; nadie debe quedar por fuera. El rescate de la Constitución Política es fundamental; se exige regresar al equilibrio entre los poderes y generar severos controles a la función pública en los que participe activamente la ciudadanía, dueña de los recursos estatales, y la academia como guía. Un punto central es la lucha anticorrupción; para que funcione, apremia la independencia de los poderes y la armónica colaboración entre ellos. Los castigos para la corrupción deben ser inclementes y efectivos; quienes haya saqueado el erario deben devolver todo lo que embolsillaron, adicionando el pago de una multa significativa. Quienes resultaren arrestados, serán recluidos en establecimiento carcelario: nada de mansión por cárcel o lujosas guarniciones militares. Consideran hoy los delincuentes de cuello blanco que ser pillo paga. Se debe incluir también el impedimento para regresar a los cargos en cuerpo ajeno.
La educación es piedra angular para rescatar al país de la pobreza, la desigualdad y la exclusión social. Además de ser obligatoria hasta el bachillerato, universal y gratuita hasta el nivel universitario para todos los ciudadanos, se debe garantizar la calidad acompasándola con estímulos a las carreras más necesarias. Desde luego, debe continuar la educación privada. Es importante mejorar el bienestar laboral de los educadores y estimular su permanente capacitación.
Los beneficios a las empresas productivas deben centrarse en los requerimientos de la nación: ciencias agropecuarias, biotecnología, tecnología, etc. Es necesario estimular tributariamente a las empresas a cambio de contratos laborales con salarios dignos, vía reconocida para estimular producción y consumo, apuntando también a la exportación como fuente de ingresos para la nación. Es fundamental el crecimiento de la clase media que, mediante un mayor poder adquisitivo y consumo interno, genere mayor tributación. Pero el equilibrio tributario es crítico; una reforma progresiva nos debe incluir a todos equitativamente. El lema “colombiano compra colombiano” ha de volverse omnipresente.
El estado debe recuperar el control del derecho fundamental a la salud, hoy en crisis y convertida en un infame negocio a costa de los trabajadores sanitarios (sin contratos laborales, intermediados a tarifas denigrantes, mal y tardíamente pagos cuando les pagan, etc.). El modelo sanitario debe apuntar a la atención primaria y la prevención. Así mismo, contribuir la investigación propia y a la educación continuada del trabajador sanitario.
Colombia debe volverse un polo turístico importante en el mundo; hay cómo y con qué; el turismo no debe seguir en lugares secundarios de la economía. Es imperativo entonces detener el conflicto interno y combatir la delincuencia, que desestimula a este importante rubro económico, locomotora de la economía de muchos países, motor de toda la cadena productiva. La gastronomía local, como sucede en muchos países (México, Perú, España o Italia), debe ser un imán; tarea para los respectivos ministerios (Cultura y CIT): deben darla a conocer universalmente de la mano de reconocidos investigadores, antropólogos, historiadores y cocineros. ¿Y el modelo de estado?