El olvido estatal asesina a la población guayú

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Escrito por:

Jesús Iguarán Iguarán

Jesús Iguarán Iguarán

Columna: Opinión

e-mail: jaiisijuana@hotmail.com


“Somos un Mendigo sentado en un banco de oro” esta frase no es mía, pero daría cualquier cosa para que lo fuera, se le atribuye al naturalista y explorador italiano Antonio Raimindi, refiriéndose al Perú.

Con la venia del explorador italiano quisiera plagiarlo refiriéndome a  La Guajira, que debido a su suelo, subsuelo y plataforma marina, el Estado constantemente recibe entre regalías e impuesto un promedio de 1.7 billones de pesos, alcanzando en estos últimos 18 años un monto que supera los18.5 billones de pesos, esto sólo por las regalías del carbón, el gas domiciliario suministra el 66% del gas de Colombia, la salinas de Manaure produce más del 63% del total de la sal de este país, usada para alimento e industrias y ganadería, lo que aporta un gran beneficio económico para el Estado y sus entidades territoriales.

No se nos hace difícil concluir que estos datos tomados superficialmente permitan el potencial crecimiento del departamento, pero debido al padecimiento de hambruna y la gran sequía que agobia a la guajira, estas regalías parecen no haberse traducido en mejoras del bienestar social para la etnia  gauyú,  porque su estado de sequía y hambruna se compara con el país etíope considerado como la región en el mundo que más registra muertes por desnutrición. Este país africado que colinda con la ribera del mar rojo, registra 55 muertes por desnutrición por cada 1.000 habitantes, mientras que la zona desértica de nuestra guajira cuya área es 10 veces menor y el número de habitantes en igual medida, ya registra 45 muertes por desnutrición, por cada 1.000 colindantes, es decir que en promedio somos los que a nivel mundial registramos el mayor números de muertes por física hambre.

El General Gustavo Rojas Pinilla, consiente del verdugo que a fuertes azotazos lastimaba la población de la zona desértica guajira, mediante el decreto 348 de 1955, creó la institución de Proaguas (provisiones de agua para la guajira), la ejecución de este decreto ley, trajo a esta zona la construcción de más de 400 molino de vientos para la extracción de agua, se hicieron también jagüeyes, se construyó albercas para el almacenamiento del líquido, se distribuía agua a las rancherías, también vehículos para que los funcionarios pudieran desplazarse en el área de acción y repuestos para el mantenimiento de molinos, y si algún molino dejara de funcionar por cualquier razón, los mismos beneficiarios se acercaban a la sede de Proaguas a pedir la cuadrilla de mantenimiento y se programaba la corrección.

Gracias a la ejecución de la ley, el indígena guayú no sufrió de hambruna ni de desnutrición, los animales producían leche, se hacían quesos, en las rozas se sembraba hortalizas y ante el mundo no se registró jamás muerte por hambruna ni desnutrición.

En el gobierno de César Gaviria, Proaguas fue extinguida sin que se llegara a crear una entidad que igualara su tarea o la supera. Con la despedida de Proaguas, los azotazos renacieron con más dureza, y la naturaleza volvió a rescatar su naturalidad.

Ahora el agua la vemos sólo en espejismo y nos detenemos a pensar porqué habiendo tanto recurso por regalías, habiendo incluso recurso hídrico por qué le quitaron al indígena su recurso más ineludible a sabiendas que la falta de agua era despojarlo de su más valioso tesoro. Y como no tenemos quién nos represente en el Congreso Nacional, la guajira sigue irrespetada, anonadada, realmente necesitamos una guajira aguerrida de cultura, combativa, una guajira exigente de respeto, unos representante y gobernantes que se conviertan celosamente en vigilantes de sus impuestos y que alce su voz en contra arbitrariedad estatal. Tal vez de esta manera podamos sentarnos en banco de oro.