Escrito por:
Tulio Ramos Mancilla
Columna: Toma de Posiciones
e-mail: tramosmancilla@hotmail.com
Twitter: @TulioRamosM
¿Quién está detrás de la perversión del paro nacional y cuáles serían sus móviles? Es muy difícil entrar a dilucidar una cuestión respecto de la que ni siquiera la inteligencia del Estado tiene las cosas claras, pues, si las tuviera, ya ese mismo Estado habría hecho algo real para remediar el desmadre de los últimos días.
No obstante, esa es una posibilidad: chances hay de que la extrema derecha, en alguna de sus temibles metamorfosis, esté detrás de la química rancia del paro para así prostituirlo y presionar su dispersión, aun a la brava, que es lo que se estila. Desde luego, también es dable que la guerrilla, lo que queda de alguna de ella, o los candidatos a constituir una nueva (ahora urbana, poco rural, más cercana al poder, a sus vulnerabilidades), estén agazapados, parapetados atrás del genuino movimiento de protesta, que solo pretende sentarse a una mesa con el Gobierno para que este al menos diga, por ejemplo, por qué no se puede hacer lo que se le pide. (La que es, incluso, una de las vertientes de la democracia, y por ello habría que aceptar). Pero, no: se siente espinoso tragarse la idea de que la supuesta neo-guerrilla está enfocada en las ciudades y que el Estado tampoco lo entiende. Se trata, por lo visto, de dos opciones que hay que descartar si se quiere seguir confiando en el aparato estatal; no podría ser tan ciego, voluntariamente o no, como para no ver lo que pasa.
Ahora bien. Aceptemos por un momento que el paro nacional es así, y que, entonces, espontáneamente a la gente que marcha se le sale la bronca acumulada y no se puede controlar. Van marchando, o están reunidos por ahí, después de horas de gritar, y les da por destruir la propiedad privada, por bloquear las carreteras, por irse con armas no menores contra la fuerza pública que está parada allí esperando, solo esperando, sin atacar a nadie. ¿Tenemos pruebas de que todo sea así? ¿Sabemos ya, con certeza, cómo se desarrollan estos episodios de violencia desatada, que no respeta a nada ni a nadie? ¿Lo sabe el Estado, ese mismo al que se lo mantiene con los impuestos para que tenga que saberlo? ¿Lo que sabe el Estado, si lo sabe, es veraz?
A estas alturas es vacío confiar. Mientras en las redes sociales se proyectan escenas deprimentes, los noticieros, emisoras, periódicos y revistas, en su mayoría, parecen querer pasar la página. El problema es que no ha dejado de ser forzoso lidiar con la realidad si a lo que se aspira es a dominarla.