La plata tiene que aparecer

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Tulio Ramos Mancilla

Tulio Ramos Mancilla

Columna: Toma de Posiciones

e-mail: tramosmancilla@hotmail.com

Twitter: @TulioRamosM



Transparencia Internacional es una organización no gubernamental fundada en 1993, en Berlín, Alemania.
Según su página web, la mayor parte de sus fondos proviene de agencias estatales europeas (principalmente alemanas, además de la propia Comisión Europea), y muy poco de individuos o corporaciones.

No meto la mano al fuego por nadie en este planeta, pero Transparencia Internacional, desde 1995, ha venido siendo consultada sistemáticamente acerca de un no desmentido informe anual suyo sobre la corrupción en los países, llamado Índice de Percepción de Corrupción –IPC-, que, en 2020, alcanzó a cubrir nada menos que ciento ochenta Estados.

Así, aunque quepa ser el más suspicaz de todos, no se podría dejar de otorgar algo de credibilidad a los estudios de esta organización (una de varias que hacen lo mismo), entre otras razones, porque acude, para las mediciones que soportan su IPC, a criterios que, si bien están fundados en la economía, también son cercanos a la gente, como las encuestas directas.

Es decir, no solo para el IPC, sino para otros de sus informes, Transparencia Internacional se basa en lo que perciben las personas, que son las que tienen que padecer la corrupción en la piel. Los filtros que los gobiernos pueden oponer en el suministro de información para nutrir análisis similares puede que no permitan la generación de confianza definitiva sobre estos últimos; finalmente, por más reciente que sea un gobierno (y, en esa medida, irresponsable del pasado), siempre querrá quedar bien con sus administrados. De ahí que uno escuche a gente decir, digamos en Colombia, que no acepta las cifras del Dane, ente para el que los subempleados del país difícilmente son pobres. Por lo demás, hacen bien quienes no se fían de las estadísticas oficiales; no hay que olvidar que a partir de las mismas se elaboran las teorías que basan nuevas reformas tributarias.

Y a Colombia, ¿cómo le va en los informes de Transparencia Internacional? Pues en cuanto al IPC, los guarismos de 2020 son lamentables: el país ocupa el puesto noventa y dos de ciento ochenta en el ranquin global; y, de cien puntos posibles, Colombia solo alcanza treinta y nueve, lo que equivale a decir que solo el 39% de los colombianos no cree que vivamos en una letrina de corrupción. En relación con otra encuesta importante de esta entidad, el Barómetro Global de Corrupción, el 52% de las personas cree que la corrupción nacional se incrementó durante los doce meses anteriores a la pregunta; y el 20% de los usuarios de servicios públicos esenciales pagó algún soborno durante los doce meses anteriores al cuestionamiento.

Entonces, viéndolo con optimismo, a Colombia le va bien en el examen, ya que este refleja fielmente su realidad; en lo que le va mal es en la realidad.
Hay ya consenso sobre la reforma de impuestos: es necesaria porque no hay plata, pero sus supuestos son inadmisibles. Debe haber justicia tributaria. Aparte de ello, ¿será verdad que el dinero robado por la corrupción (según el contralor general, Carlos Córdoba, es siete veces el valor del Plan Nacional de Vacunación contra el virus), de recuperarse, haría innecesaria la sangría de Duque?