Escrito por:
Hernando Pacific Gnecco
Columna: Coloquios y Apostillas
e-mail: hernando_pacific@hotmail.com
Cuando la Revolución Industrial se puso en marcha, el motor de combustión interna impulsó el desarrollo de vehículos de transporte y maquinaria industrial.
Un importante derivado del petróleo fue el plástico, que reemplazó a otros materiales como la madera o los metales. Así, la industria transformó los excedentes del petróleo en plásticos de usos múltiples, que rápidamente se hicieron indispensables en la vida cotidiana, colonizando nuestro entorno. El plástico producido desde mediados del siglo pasado a la fecha sobrepasa los 5000 millones de toneladas, suficientes para cubrir casi todo el planeta si lo transformásemos en un envoltorio de papel filme, como el utilizado para empacar la comida; unos 462 millones de km2 de los 510millones que se le calculan a la superficie terrestre. Vivimos la Era del Plástico.
El lado oscuro del plástico es su elevado consumo, bajo costo de producción que masifica su utilización, y la biodegradación lenta de la mayoría de ellos; los productos de un solo uso, la ambición inconsecuente de muchos industriales, la debilidad de ciertos gobernantes para promover el uso de plásticos biodegradables y la inconsciencia social se constituyen en una amenaza para la supervivencia del planeta. Cerca de 9 millones de toneladas de desechos plásticos inundan los océanos cada año; la tendencia es creciente. Para 2025, los mares albergarán una tonelada de plástico por cada tres de especies marinas; en 2050 se igualarán las cifras si la industria y los gobiernos no detienen esta atrocidad, según afirmó Ellen McArthur en el Foro Económico de Davos. No son solo las grandes piezas y fragmentos que asesinan a la fauna marina; la degradación produce microplásticos a los que se adhieren tóxicos como los bifenilos policlorados (PCB), que son ingeridos por peces, crustáceos o moluscos, parte de la cadena alimentaria humana.
Otros problemas son la dificultad y el costo del reciclaje de muchos plásticos, además de la falta de programas serios de reuso y pedagogía suficiente en busca de reducir la contaminación por plásticos. Se estima que solo el 14% del plástico de envases y embalajes es reciclado, un 40% es enviado a los vertederos de basuras, un 32% es abandonado sin gestión, y solo un 14% es utilizado para recuperar energía. La actual pandemia por Covid 19 ha incrementado el problema. Los pedidos a domicilio se llevan en empaques no reciclables, se aumentó el uso de cubiertos plásticos y los trabajadores del sector restaurador ahora usan elementos como mascarillas o guantes, que antes no hacían parte de su dotación. Los equipos de protección de los trabajadores de la salud no son reciclables; se consideran desechos sanitarios. Se calcula que el aumento del uso de plásticos desde hace un año fue, mal contado, de un 20%. Sumemos la falta de acceso a la recolección en muchos lugares, la mala información, o gestión inadecuada para el manejo de residuos.
Hay muchas acciones para reducir la huella de carbono: minimizar el uso de plásticos, fomentando el uso de materiales reciclables y biodegradables, utilizar bolsas de tela para las compras y contenedores reutilizables para llevar comida al trabajo, reducir el uso de servilletas y cubiertos plásticos, evitar el uso de botellas de polietileno con agua envasada cambiando a botellas reusables, o consumir productos de marcas sustentables certificadas. Los gobiernos pueden aportar mucho cuando no tienen oscuros compromisos: prohibir el uso de plásticos de un solo uso, pedagogía intensiva para el manejo de residuos y reciclaje, y fomentar programas de reducción de basuras. Concientización es la palabra clave. ¿Qué estamos haciendo nosotros?