El éxito del fracaso de la Essmar

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Escrito por:

Veruzka Aarón Torregrosa

Veruzka Aarón Torregrosa

Columna: Opinión

e-mail: veruzkaaaron.t@gmail.com

Twitter: @veruzkaaaron


Recientemente se ha dado a conocer a la opinión pública de algunas contrataciones de la Empresa de Servicios Públicos de Santa Marta (Essmar), cuyos impactos frente a la oferta, calidad y eficiencia del servicio que esta debe prestar, no quedan claros para algunos sectores de la ciudadanía.
Uno de los contratos que más ha llamado la atención, es el N° 017 de 2021, por valor de $13.339.339.200 millones, del cual, no solo se desconocen los criterios que se priorizaron para concertar los valores unitarios de los servicios contratados, sino los lineamientos que se consideraron para su adjudicación.

Este tipo de contratos donde no queda clara la eficacia de los recursos frente a la naturaleza del objeto de la empresa, han sido recurrentes en la Essmar, de tal forma que esto se ha visto reflejado en su salud financiera y operativa. Es así como, en el año 2019, cuando asumió la gerencia de la Essmar, José Rodrigo Dajud, informó a la opinión pública acerca de la inestabilidad financiera de la misma. Entre las razones que Dajud relacionó como causas del déficit de $21 mil millones que la empresa registraba al cerrar la vigencia de su primer año de operación, fueron los elevados gastos de funcionamiento y la reducción de la tarifa en un 50%, los cuales tuvieron lugar prácticamente desde la constitución de la empresa.

Aunque durante el año 2020, se introdujeron algunos cambios en la estructura financiera de la Essmar, como la reducción de gastos de funcionamiento y el reajuste de la tarifa en un 30%, la empresa cerró dicha vigencia con el doble de déficit del año anterior, es decir $42 mil millones.

Ante este espiral de déficit, la Essmar, se ha visto abocada a contraer empréstitos de deuda pública, registrados en su portal de contratación. El primero, por valor de $1.598.621.160 (19 de noviembre de 2020) y el segundo, por $8 mil millones (02 diciembre de 2020), ambos, destinados según se documenta, exclusivamente para la “Financiación de capital de trabajo-pago de proveedores”.

Estos empréstitos, si bien se justificaron a partir de la necesidad de “aliviar la presión originada en la reducción en los ingresos ordinarios derivada de la Emergencia Económica”, lo cierto es que, la empresa sigue en crisis tanto financiera, como operativamente. Esta condición, ha impactado en la prestación del servicio de suministro de agua, principal objetivo de dicha entidad, y peor aún, en el avance de la estructuración de una solución definitiva para la crisis de agua que atraviesa la ciudad.

Pese a que el endeudamiento es una de las opciones a disposición de las empresas como estrategia para solventar la situación financiera, en el caso de la Essmar, es necesario que se aclare: cuál será la fuente de recursos para el pago de los empréstitos contraídos y si estos, pueden impactar en el bolsillo de los samarios, la capacidad de prestación del servicio y la financiación de una solución definitiva para la crisis del agua.

Por otro lado, al observar la imparable dinámica del deterioro financiero de la Essmar, preocupa que frente a su grave situación financiera, y las medidas asumidas para la gestión de la misma, no se conozca por parte de la ciudadanía, acerca del plan de austeridad o restricciones, dispuesto para garantizar la estabilidad financiera de la empresa, pues se espera es avanzar hacia este propósito y no hacia la prórroga de su insolvencia económica, como es lo que se vislumbra.

Ante este panorama, queda la impresión de que la Essmar, fue creada más con fines políticos, burocráticos y de favorecimiento para los amigos de los grupos de poder, que para su ofrecer un eficiente servicio a la ciudadanía. Lo peor de esta situación, es que sucede a la vista de todos, especialmente ante los entes de control, quienes al respecto de estos manejos, hasta ahora han brillado por sus imperceptibles actuaciones y resultados.

Es evidente que el éxito del fracaso de la Essmar, ha consistido en socializar las pérdidas de su gestión entre el pueblo, mientras unos pocos privatizan sus beneficios en privado.