Los borregos del rebaño

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Tulio Ramos Mancilla

Tulio Ramos Mancilla

Columna: Toma de Posiciones

e-mail: tramosmancilla@hotmail.com

Twitter: @TulioRamosM



La pregunta es de Perogrullo: ¿para qué puede servir, en el largo plazo, una vacunación que no abarque a todos los colombianos en su inmensa totalidad? Claro, algunos epidemiólogos, con o sin diploma, no tardarían en ripostar que, como en otras ocasiones ha sucedido en la historia, el coronavirus no va a desaparecer del todo ni aun si ello se intentara, y que lo que hay que pretender, siendo realistas, es la consecución por fin de la tan ansiada “inmunidad de rebaño”, escenario en el que los ya contagiados y sanados, o ya vacunados, serían inmunes al virus.
En el primer caso, se trata de una presunción que, para la corona, no es exacta, porque es sabido que la infección puede volver a atacar a un antiguo cliente recuperado; y, en el segundo, como también se tiene claro, no es 100% seguro que la inmunidad generada a partir de una vacuna resista siempre a la COVID-19, bicho que, por lo visto, está muy bien diseñado.

Los defensores de la inmunidad de rebaño, gente que se presenta como fría y pragmática cuando no se trata de la salud suya o de sus allegados, afirman que tal vacunación a crédito funciona porque la misma actúa como un “cortafuegos” del contagio. Aseguran que seguiría habiendo algunos casos de coronavirus, tanto como de las demás enfermedades infecto-contagiosas hay en la actualidad (y dicen que ejemplos son la varicela, el sarampión, etc.), pero ya no se darían los contagios masivos que padecemos desde hace un año sin misericordia divina. En otras palabras, los estadísticos de la inmunidad grupal poco se fijan en las personas aisladamente consideradas: allá cada quien con su problema. Este es el sustento teórico, aunque no se diga claro y completo por parte del Gobierno, de la vacunación partida que a paso de tortuga acaba de empezar y que quién sabe cuándo termine. Igual, el pastor del rebaño anda muy tranquilo.

Si mal no recuerdo (y si recuerdo mal, hay dispensa: el Gobierno ha dicho tantas cosas sobre las vacunas, en uno y otro sentido, como la Chimoltrufia, que bien me puedo equivocar), la meta para este año 2021 es vacunar “al 70% de la población nacional”. Más allá de que uno dude de la sinceridad del Ejecutivo, con justificadas razones, y que, así, no crea posible que tanta belleza sea cierta, lo de fondo por ahora es que es dable atisbar, con base en la notoria omisión pasada y presente estatal, que, so pretexto de construir la consabida inmunidad de rebaño, se va a ralentizar el proceso de vacunación de los más vulnerables de este país hasta donde los extremos de miseria humana se lo permitan a los responsables.

El subterfugio del rebaño inmunizado, y de que se va a acabar la propagación a gran escala con él, servirá para evitar la ejecución de una real campaña de vacunación general (pues, entre otros móviles, no pueden vacunar a todo el mundo rápidamente, hay que esperar a las elecciones: de ahí tanta lentitud).

Lo que se subestima en esta perversión cortoplacista es que la inmunidad de rebaño es una teoría que se ve bonita en los libros de epidemiología, pero, como la experiencia del Reino Unido lo demostró, si no se cuenta con las vacunas suficientes (¿Colombia?), si el sistema hospitalario es deficiente (¿el colombiano?), si no está inmunizado, al menos, el 90% de la población (y no el 70%, según resta más que suma el ministro de Salud para 2021), sí: borregos es lo que somos.