Vanidad, el pecado favorito…

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Veruzka Aarón Torregrosa

Veruzka Aarón Torregrosa

Columna: Opinión

e-mail: veruzkaaaron.t@gmail.com

Twitter: @veruzkaaaron


El último informe del Dane, reveló que durante el trimestre septiembre-noviembre de 2020, la desocupación de personas en edades entre los 14 y 28 años, se incrementó en Santa Marta, en un 13% con respecto al año anterior.
Este preocupante dato que afecta a la población joven, es consecuente con la tendencia de deterioro general que ha sufrido el mercado laboral de la ciudad durante el último año, pues para el mismo periodo respecto al año 2019, el índice de desempleo se incrementó en 3.5p.p., ubicándose actualmente en 16,4%. En ese orden, la informalidad pasó del 62,5% en 2019 al 64,5% en diciembre de 2020, el tercer peor índice del país. Mientras tanto, ciudades de la costa Caribe como Cartagena y Barranquilla, se ubicaron como las menores tasas de desempleo del país, con un 12,1% y 12,3%, respectivamente.

La precariedad del mercado laboral de la ciudad, ha tenido directas implicaciones en las condiciones de calidad de vida de su población más vulnerable. Esto se puede evidenciar en el resultado de los principales indicadores sociales con respecto al orden nacional, en los que Santa Marta es: quinta ciudad con mayor pobreza monetaria (44%); tercera ciudad con pobreza extrema más elevada (13,5%), y quinta entre veintitrés ciudades analizadas, con mayor desigualdad (0,46), Dane/2019.

A este prolongado detrimento de las condiciones socioeconómicas de la ciudad, se le sumaron los efectos de las restricciones impuestas a partir de la emergencia sanitaria, los cuales detonaron la fuerte caída que sufrieron distintas actividades sectoriales en el territorio. Uno de los mayores impactos recayó en el renglón de la microempresa, donde se registraron pérdidas totales en alrededor de 200 establecimientos, y parciales, en al menos un centenar de emprendedores.

Este difícil panorama se hace más complejo ante la deficiente oferta de servicios urbanos en que subsiste Santa Marta: la crisis del agua, la disminuida malla vial, el colapso del servicio de aseo, la perdida de espacio público y zonas verdes, los asentamientos en zonas de alto riesgo, especialmente la invasión de los cerros, que entre otros aspectos se encuentran fuera de control, y que evidencian el retroceso físico del territorio.

Pese a la profundidad de los problemas enunciados, estos no han contado con un esfuerzo decidido ni efectivo por parte de los últimos gobiernos distritales a fin de generar soluciones adecuadas. Contrario a esto, se observa, como mientras los problemas se agudizan, las acciones institucionales del Distrito, se movilizan diligentemente para gestiones y obras irrelevantes, que poco impactan en la solución de problemas fundamentales. El patrón de la gestión pública de las administraciones locales en los últimos 10 años, no ha dejado más que obras de bajo impacto social y productivo, con el agravante de que en la mayoría de los casos, estás no alcanzaron siquiera a cumplir los niveles de servicio para las cuales fueron diseñadas y contratadas.

La ciudad se ha quedado estancada en un periodo en el que simultáneamente, ciudades vecinas han reconvertido y consolidado la oferta de servicios, infraestructura y oportunidades para su población y sistemas productivos. Ante esto, vale la pena que los samarios nos cuestionemos: ¿De qué le ha servido a la ciudad el discurso populista de la división de clases, de los de “antes” y los de “ahora”, del odio entre sus paisanos, si de esto, lo que se ha cosechado son beneficios para unos pocos, mientras el pueblo en su mayoría se hecho más pobre?
El defectuoso criterio de los últimos gobernantes para definir las prioridades de gestión de acuerdo con las expectativas de ciudad, deja claro una vez más, que la vanidad es el pecado favorito de los gobiernos del espectáculo.

Sin embargo, lo que no se entiende, es como una ciudad, donde han surgido profesionales de altas calidades, empresarios y líderes cívicos, este tipo de liderazgos hayan prosperado sin ningún contrapeso, como si no existiera la suficiencia intelectual, ética ni moral para defender el devenir histórico de nuestra sociedad.

La fuente de la vulnerabilidad social, económica y política de Santa Marta, radica en la ausencia de fuerzas vivas que defiendan la visión colectiva de la construcción de ciudad.