¿Y la doble calzada?

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Joaquín Ceballos Angarita

Joaquín Ceballos Angarita

Columna: Opinión 

E-mail: j230540@outlook.com


El año pasado, por estos mismos días y en esta columna, comentábamos con entusiasmo la inauguración y puesta en servicio del imponente atirantado puente Pumarejo.

Ponderábamos la magnitud de esa obra, su costo beneficio, la implicación del mismo en la conectividad regional, su incidencia en la economía de la costa Caribe y la facilitación en la movilidad automotora de pasajeros y de carga. Resaltábamos también la necesidad de conectar el segmento Palermo-Ciénaga-Troncal del Caribe, construyendo,  paralela a la vía actual, el tramo de carretera que la convierta en doble calzada. Esta idea no es propia ni nueva.

Es un proyecto concebido  hace largo tiempo y su realización ha sido ofrecida por varios  presidentes de Colombia en periodos sucesivos. Es un anhelo grabado en el imaginario colectivo. Se trata de una obra de importancia capital. Son millares de personas las que, diariamente, en doble dirección, transitan  por el  corredor existente, que,  por el transcurso del tiempo, el avance automotriz, el incremento de la población y sus limitadas especificaciones  se tornó insuficiente para soportar la carga de vehículos que corren por su carpeta asfáltica.

Además de insuficiente es una vía peligrosa. Transitarla tensiona.  Es una competencia de automotores livianos en medio de buses, camiones tanques, tracto-camiones en superficie estrecha, sin control adecuado de velocidad ni  cumplimiento de las normas de tránsito, donde conductores, con instintos suicida, incurren absurdamente en invasión de carriles.

La construcción de la doble calzada en comentario se requiere  con urgencia. Si los habitantes de la Costa Caribe en verdad tuvieran auténtico sentido de pertenencia y visión futurista, deberían aglutinarse en pro de la ejecución de tan indispensable corredor vial. Es irritante el aplazamiento indefinido de  la construcción de la doble calzada -y el viaducto en el kilómetro 19- que en la práctica sería una sola, con longitud aproximada de setenta y dos kilómetros, porque la otra calzada es la que está en servicio en ambos sentidos.

Es tortuoso que el viaje de Barranquilla a Santa Marta o viceversa haya que hacerlo en angustiosa jornada de tres horas, por causa de los trancones en los peajes y porque hay sectores en donde el ritmo de velocidad es casi el de las vías urbanas. Es inadmisible continuar con el marasmo, la indiferencia ciudadana y la ineptitud gubernamental. Una ciudadanía indolente frente a los problemas que la aquejan, hipnotizada por la demagogia, revela síndrome de anomia acompañada de modorra espiritual y cultural.

Es un conglomerado humano sin identidad: no sabe lo que es ni tiene visión de destino; amasijo de gentes  carente de aspiraciones, resignado a vivir perpetuamente en situación  de abandono, pauperismo laboral, económico y social que,  con impavidez estatuaria ve  crecer, diariamente, la drogadicción, el desempleo,  la informalidad y la indigencia.  

Cierto que las comparaciones son odiosas, pero a veces nos las hacen expertos en mediciones de atraso y desarrollo regional: el Magdalena y Santa Marta, están parangonados con Chocó y Quibdó, Guajira y Riohacha, Caquetá y Florencia. Las cuatro Zonas más atrasadas del país.

Es triste que la ciudad más antigua de Colombia, próxima a cumplir quinientos años se encuentre en la posición en que la clasifican. ¿Dónde están los voceros de los intereses seccionales y locales que gestionen la construcción de la doble calzada; y la solución a la falta de agua en Santa Marta? ¿Dónde los que indaguen por qué se pudo construir en tres años un puente de la gigantesca estructura del Pumarejo sobre el rio Magdalena y en Santa Marta la remodelación del teatro blasonado con ese nombre lleva  doce años y no se ha concluido? ¿Y la dirigencia cívica, los gremios y la comunidad? Impertérritos,  conformes: sin doble calzada,  consumiendo  agua impotable in saecula saeculorum.