Impuestos extraños

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



En algunos barrios antiguos de Londres es común observar ventanas falsas o escasos tragaluces estrechos en las fachadas de las casas. Se trataba de contrarrestar el impuesto a las ventanas, introducido por Guillermo III en 1696, apremiado por la necesidad de recursos.
La cantidad y tamaño de ventanas era un buen indicador del valor de la casa y, por ello, del monto a pagar. Para bajar la tarifa, hubo construcciones a las que les taparon casi todas las ventanas, con grave afectación a la salud de sus moradores por falta de aireación mínima, lo que provocó enfermedad y mortalidad. Baker Street, la de Sherlock Holmes, de pequeñas casas, fue muy afectada tributariamente por la falta de proporcionalidad en el tributo. Obviamente, para 1851 el impuesto tuvo que ser revocado. En 1784, en Gran Bretaña se gravaron los ladrillos. En el siglo XVIII, impuesto a los sombreros. Ya en 1662, Carlos II había dispuesto una tasa a chimeneas y estufas. También tributaron las barajas del siglo XVII al XX.

No sólo en Inglaterra han implementado extraños tributos. En la antigua Roma, Vespasiano gravó la orina recogida en las letrinas públicas; “vectigal urinae” se llamaba el impuesto. Augusto implementó el “aex uxorium”, un gravamen a la soltería que se suspendía cuando el tributante se casaba. Lo mismo hizo el dictador rumano Ceaucescu. Los zares de Rusia, 1698, hacían contribuir a los barbudos para controlar los hábitos capilares. Este impuesto ya lo había implantado Enrique VIII en 1600; las barbas de más de 2 semanas las castigaba tributariamente su hija Isabel I: pagar ese gravamen era símbolo de estatus.

El escudaje era la obligación del vasallo de ir a la guerra con su señor feudal; el pago de un tributo eximía al vasallo de dicha obligación. Canadá aplicó un impuesto a los inmigrantes chinos en 1885, derogado 1947, no sin antes emitir una ley que prohibía su entrada al país. En Mechelen, Bélgica, los padres que envían a sus hijos con la comida de la casa deben pagar 50 céntimos diariamente. Muchos españoles sufragaron hasta 2018 el impuesto al sol, ocasionado por el uso de energía solar para evitar el uso de la electricidad estatal. En Suecia, la Agencia Tributaria define los nombres de los recién nacidos; si algún padre quiere un nombre extraño para su hijo no aprobado por esa entidad debe pagar una multa de 5000 coronas, unos 480 euros. Finlandia es el único país del mundo que permite conocer la declaración de renta de todos los ciudadanos: el 1° de noviembre, “Dia de la envidia”, se publican todas las cifras y se puede saber cuánto gana y paga cada ciudadano. Excelente idea para establecer en Colombia.

Francia, uno de los países con mayor carga tributaria, 46% de todos los ingresos, cobra además por las casetas de jardín, las fotocopiadoras, el agua mineral, las giras de conciertos y los espectáculos de variedades, entre otros. Bailar en los pubs de Bélgica implica un pago de 40 céntimos. Los asturianos jugadores de bingo entregarán un 10% de sus premios. Resulta mejor jugar en Murcia, con solo 6% de la ganancia, o en las Baleares, donde existe el tributo, pero no se cobra. Por considerar dañino al alcohol, varios países de Europa gravan su consumo; con más dureza Finlandia, Irlanda, Reino Unido y Suecia. Los franceses pagan un céntimo por cada copa de vino; 14 países de la Unión no cobran impuestos a su consumo. El uso de drogas es una buena fuente de dinero para los gobiernos en donde está legalizado; en Tennessee deben tributar. Ojo, Dian.

Se nos avecina otra reforma tributaria. Una comisión de sabios aconseja equilibrar cargas, algo que no va a pasar. Estos gobiernos alcabaleros y sin ideas pueden sacar de la chistera cualquier impuesto estúpido. Combatir la corrupción no está en sus planes; inventar impuestos extraños, sí. Como decía Benjamín Franklin: solo existen 2 cosas seguras: la muerte y los impuestos.