No a la guerra

Columnas de Opinión
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Todo lo que se basa en la violencia sólo puede crear violencia. No existe una sola religión que practique la violencia. Toda doctrina mística señala los factores de cómo vencerla. La gente sin religión es por naturaleza conservadora y retrógrada. Sólo en las sociedades agnósticas y recalcitrantemente ateas existe la pena de muerte para sus congéneres.

Los pueblos deben cuidarse bien de no elegir a gobernantes inhumanos; a esos que por carencia de religiosidad, exigen con vehemencia la imposición del castigo a través de la muerte del criminal. Esquilo dijo: "Un estado próspero honra a los dioses".

En los tiempos idos, los gobernantes fueron grandes líderes religiosos y los reyes fueron cabezas de religión. El jefe de gobierno que no alcanza a calificar religiosamente, llama ley a su propia violencia, y a la violencia ajena la denomina crimen.

Gobernar significa rectificar, a los gobernantes anti-religiosos no les gusta rectificar porque son demasiados orgullosos y temerarios. La religiosidad constituye el fundamento vivo del humanismo de un Jefe de Estado y la fuente inagotable de su sabiduría; los estadistas religiosos (no creyente, pues creer no es sinónimo de ser religioso; cualquiera es creyente y sin embargo, es terriblemente asesino), son idóneos para hacer labor social y gobernar a los pueblos prudentemente.

El gobernante sin religión es astuto, codicioso, mentiroso, temerario, irresponsable, o por lo menos, equivocado sincero que causa mucho daño. En la antigüedad quienes deseaban gobernar, se preparaban para vencer la violencia dentro de sí mismo. Platón pide al gobernante estudiarse a sí mismo para vencer la violencia interior.

La guerra existe porque el hombre se basa en la violencia. El hombre violento existe debido a que carece de inteligencia, y esa es la causa de su violencia, pues el violento no es dueño de sí mismo.

El hombre se asemeja a un mal transistor. Es malo porque transmite mal. Si un hombre empieza a practicar (no a creer), las enseñanzas que han entregado las grandes religiones, será capaz de transformar su vida gradualmente, entonces transmitirá algo mejor. Si todos practicáramos una real doctrina mística no podríamos ir con tanta facilidad a la guerra, o sea, nos resistiríamos a ella.

Cuando sobreviene la guerra, los hombres encuentran razones que la justifican y hasta se sienten dispuestos a participar voluntariamente en ella. Por consiguiente, la guerra, como un amplio acontecimiento colectivo, como un torbellino, apresa con su poderosa influencia a los entes humanos y los obliga a ser actores.

La guerra es un evento que arrastra a millones de hombres, sin que su zona razonativa lo perciba; pero si en ese momento se acordaran de la doctrina del Salvador del mundo, preferirían cualquier cosa menos hacer parte en un hecho tan infrahumano como es despedazar cuerpos de niños, mujer, ancianos, etc., miembros de su propia especie.

Los gobernantes sórdidos convencen a los pueblos con ir a la guerra para vencer a los violentos, o reaccionan con ideas tan tenebrosas como "aprobemos la pena de muerte, porque sólo así se acaba la violencia". Los violentos, los terroristas, los criminales y cosas por el estilo, sólo pueden ser vencidos entregándoles luz, amor, justicia, inteligencia. Acaso no dicen que los buenos son la gran mayoría, entonces ¿por qué van a tornar criminales como los violentos?

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