Directo al centro

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Tulio Ramos Mancilla

Tulio Ramos Mancilla

Columna: Toma de Posiciones

e-mail: tramosmancilla@hotmail.com

Twitter: @TulioRamosM



He intentado algunas veces, siempre sin éxito, definir lo que podría nombrarse el centro de la política colombiana. No soy un experto en el tema, pero creo que a tales efectos teorizadores apenas tendría que bastar el porte de la cédula de ciudadanía, de modo que el problema se entienda y comente suficientemente por cualquiera que tenga la capacidad legal de votar. Ahora bien, si una sociedad carga historia reciente en la que es dable ver que un presidente “liberal” expide un decreto que desarrolla la Doctrina de Seguridad Nacional gringa, y así persigue legítimamente a aquello que le huela a izquierda, mientras otro ejerce en el siguiente cuatrienio como “conservador” de izquierdas –ese sí-, y los electores y opositores de uno y otro no dicen mayor palabra, es sencillamente porque el asunto no ha estado muy claro para ninguno.

¿Qué cambiaría en Colombia si aquí se conocieran a la perfección estos límites, espacios, dimensiones o ámbitos que encasillan el ejercicio de la actividad política? Hombre, debe decirse que la pregunta sobra, y que, cuanto menos nos demoremos en decidir por qué vale la pena contestarla, mejor. Lo cierto es que en esta tierra sobrevive la inconsciencia sobre las trampas ideológicas, y que quizás lo peor sea comprobar la certeza acerca de que solo es viable hacerse con la sabiduría relativa a través de la práctica: en el ensayo y error, en la experiencia histórica.

Actualmente, hay dos líderes que ocupan, mediante sus pareceres, parcelas del bien baldío no adjudicado que es el centro político, aunque más por lo que refutan que por lo que proponen en concreto (lo que deviene, justamente, en característica de la imaginaria mitad referida, mal que pese). De un lado, Claudia López, quien, debido a su activa oposición al paramilitarismo, tal vez esté parada, y se quede hasta el fin de los tiempos, en cuestión que nada impide su rotulado externo en tanto que centro-izquierda. En el mismo sentido, acaso se pueda encontrar por lo pronto a Germán Vargas Lleras: su reconocida posición de derechas últimamente se ha visto matizada –interpretado lo que escribe en El Tiempo- merced a acercamiento a un sector de la opinión que podrá mantenerse indeciso hoy, pero que difícilmente se identificaría con el Gobierno; lo que pone a Vargas en la centro-derecha, lo haya pretendido él o no.

En el escenario descrito falta algo: ¿dónde está y quién o quiénes encarnan al centro-centro? Realizadas rápidas operaciones de descarte, es evidente que recaería en Sergio Fajardo dicha designación. A Fajardo lo llaman “tibio”, pues dizque no es “ni chicha ni limoná”, y a este pueblo lo exasperan las indeterminaciones, es sabido. (De ahí que Álvaro Uribe destacara en 2002, cuando, olvidándose de su pasado, se auto-denominó “frentero”, lo cual era y sigue siendo excepcional en un país que, irónicamente, tampoco acostumbra llamar las cosas por el nombre o decirse verdades a la cara tranquilamente). Pasa que Fajardo no es tibio, sino oportunista; y que no es de centro, sino oportunista. Un justo medio verdadero es, tiene que ser, un elemento nuevo, y yo sigo sin aprehender su esencia; no obstante, es fácil adivinarle una suerte de equilibrio, de mesura y, por qué no, de firmeza de carácter. En esa medida, es posible que el centrismo real nunca florezca en la extremada Colombia, y que, de hacerlo, nadie se dé cuenta.