Centenario de la actriz Maureen O’Hara

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Escrito por:

José Vanegas Mejía

José Vanegas Mejía

Columna: Acotaciones de los Viernes

e-mail: jose.vanegasmejia@yahoo.es



Las divas del cine de antaño nos cautivaron siempre por características o detalles particulares que las hacían inconfundibles y podría decirse que exclusivas en nuestra preferencia. Las piernas de Marlene Dietrich no tenían comparación. Se decía que las tenía aseguradas por una suma astronómica de dinero cuando en esa época no era costumbre tal práctica. El resto de su humanidad, al parecer, no era motivo de valoración. Sin embargo los críticos reconocen que fue grande, un ícono indiscutible en la industria del cine.

Otras rutilantes estrellas del séptimo arte también ostentaron atributos que las convirtieron en fetiches para los cinéfilos. Una de ellas deslumbraba con sus exóticos ojos color violeta. Sin duda esta particularidad daba un especial encanto a su rostro perfecto; por eso nadie pudo sustraerse a la perturbadora imagen de Elizabeth Taylor, protagonista de películas inolvidables como ‘Cleopatra’ y ‘¿Quién le teme a Virginia Woolf?’, para mencionar solo dos. Podríamos acercarnos a la vida de otras mujeres que nos llevaban a las salas de cine por sus encantos físicos sobresalientes. Pero entonces nos quedaríamos en la añoranza ante Silvana Mangano, Gina Lollobrígida, Marilyn Monroe, Rossana Podestà, Sophia Loren y otras actrices con visibles e inquietantes protuberancias.

Para evitar esas tentaciones tardías recordemos mejor a Maureen O’Hara, quien como actriz sobresalió en el cine por su flamante cabellera roja. Sin embargo, al hablar de esta actriz irlandesa hay que reseñar algunos aspectos destacados de su vida antes de señalar que este mes se cumplió el primer centenario de su nacimiento. En efecto, Maureen FitzSimons –su verdadero nombre– nació el 17 de agosto de 1920 en Ranelagh, suburbio de Dublín, Irlanda. Provenía de familia de músicos; por eso se crio entre cantantes de ópera y artes escénicas. Desde niña mostró tener talento para el canto y la danza. Comenzó a trabajar en el teatro a los diez años y a los catorce fue aceptada en el Teatro Nacional de Irlanda.

El actor y director Charles Laughton habría de tener gran importancia en la vida de Maureen O’Hara. Fue él quien la convenció para que fuera actriz y la llevó a los Estados Unidos en 1939. Trabajaron juntos en películas como ‘El jorobado de Notre Dame’ (1939) conocida también como ‘Esmeralda, la zíngara’ y ‘Esta tierra es mía’ (1943). La primera película que filmó esta actriz fue ‘La posada de Jamaica’ (1939), dirigida por Alfred Hitchcok. Maureen O’Hara sostuvo una fiel amistad con el actor John Wayne desde 1939; participaron en varias películas, entre ellas ‘Río Grande’, en 1950.

En 1941 el director John Ford la seleccionó para la filmación de ‘¡Qué verde era mi valle!’, película que ganó cinco premios Óscar. En 1942 participó en la película ‘El cisne negro’, con Tyrone Power y Anthony Quinn. También en ‘Simbad el marino’ con Douglas Fairbanks, Jr. Actuó en filmes de aventuras como ‘Buffalo Bill’, en 1944 y ‘Los hermanos Barbarroja’ en 1951. En 1947 Maureen O’Hara fue protagonista en ‘Milagro en la calle 34’ o ‘De ilusión también se vive’. Esta película ganó cinco premios Óscar, aunque la actriz no recibió galardón alguno. En 1952 alternó con Errol Flyn y Anthony Quinn en ‘La isla de los corsarios’.

Según la crítica y la propia Maureen O’Hara su mejor actuación fue en ‘El hombre tranquilo’, 1952. En 1963 fue protagonista en la película ‘Fiebre en la sangre’, con Henry Fonda. Falleció el 24 de octubre del 2015 en Idaho, Estados Unidos. Recibió un premio Óscar honorífico por su carrera artística y la conocimos como ‘La reina del technicolor’.