Recuperar la política

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Escrito por:

Saúl Herrera Henríquez

Saúl Herrera Henríquez

Columna: Opinión

e-mail: saulherrera.h@gmail.com



Cuan bajo ha caído hoy la política. No es ya el proceso de tomar decisiones que se aplican a todos los miembros de una comunidad humana. El arte, doctrina u opinión referente al gobierno de los Estados.
El quehacer ordenado al bien común. La ciencia social que estudia el poder público o del Estado. El pensar y hacer por la colectividad. El conquistar y construir, El respeto por las libertades y las leyes. No es tampoco aquella cuyo objetivo era reflexionar sobre estructuras y modelos de solución y desarrollo en los diferentes campos sociales; sino un todo devaluado que ha degenerado algo tan sagrado como debe ser la cosa pública; y, caer en populismo, deshonestidad, desinterés, negligencia, promesas, desacierto, mentira, distracción, engaño, cinismo, desfachatez, demagogia, arbitrariedad, despotismo, punibles amancebamientos, entre otros muchos desafueros, que empujan a indecencias, complicidades y oportunismos.

Se han acabado en ella las buenas intenciones, y las pocas que quedan son insuficientes de cara a la consolidación de un Estado eficiente, capaz de solucionar los grandes problemas y organizar un municipio, departamento, país. No ayuda en nada a que avancemos como debería y tendría que ser. Lento cuál que más nuestro desarrollo y crecimiento. Pobreza por doquier, suplicante de salud, educación, oportunidades, empleo digno y bien remunerado, lo que es inadmisible a todas luces en una patria rica en recursos naturales renovables y no renovables, ríos, mares, selvas, biodiversidad, de naturaleza feraz, con belleza y multiplicidad de paisajes por doquier, con una conformación multiétnica y pujante, pero que crece sin control y lucha a brazo partido día a día en la procura y búsqueda de oportunidades para sobrevivir, lo que es inaceptable e impropio en verdad, por la serie de taras de la política actual que no permite sólidos avances, buenos gobiernos y un mejor como próspero bienestar general.

No hay esfuerzos dicientes. Todo confabula en contravía de la realidad. Los políticos, o mejor, los politiqueros, al acecho de la masa inerme que termina complaciendolos a cambio de mendrugos cuando bien le va. Definitivamente la política está desprestigiada entre nosotros. No es ya el escenario público el crisol donde se debatían las ideas mejores y superiores en provecho colectivo, sino el tinglado para la reyerta de las infinitas banderías actuales, alimentadas por ideologías absurdas, pactos y componendas entre grupos de poder, que pelechan a su antojo del erario público; y, donde familias, amigos, socios, aliados y demás otras “sociedades” saltan expertas en urdir contubernios para hacerse a propios beneficios, en lugar de servir con elevado espíritu como debería ser su irrenunciable obligación.

Pocos se asoman con responsabilidad conductora, pocos que señalan un positivo cambio de rumbo. Solo aparecen en campaña abrazando, sonriendo, alzando en brazos a niños, saludando, palmeando hombros, pero nadie que defina derroteros ciertos que conjuren las apremiantes necesidades del hoy. No se ve limpieza moral, solo tanta trampa, desperdicio de recursos, complot por lo bajo, hasta el punto que se les ve con justificado recelo y gran desesperanza.