No podemos justificar la condición crítica general en que hoy se encuentran Riohacha y La Guajira; no se compadecen los recursos recibidos y supuestamente invertidos en obras que solucionarían las necesidades básicas comunitarias con el estado en que se encuentra la infraestructura de servicios sanitarios, la malla vial departamental y local, la red hospitalaria, el sector educativo, el desempleo, la desnutrición infantil, la seguridad y todos los perfiles que conforman nuestro universo.
Todos sabemos que la participación del guajiro en la empresa minera ha sido y es irrisoria a nivel laboral y comercial, desplazándonos en nuestra propia tierra para traer foráneos para sus actividades y contrataciones, sabemos que el gobierno de Colombia está arrodillado ante estas empresas transnacionales y les ha dado licencias operativas , excepciones tributarias y facilidades de inversión que van en detrimento de nuestro patrimonio, y respalda los atropellos laborales y procesales que estas empresas realizan en contra de los obreros y de las comunidades, cercenándonos el derecho a recibir los impuestos de ley que debe pagar toda empresa que realiza actividades productivas y con los cuales se financian los programas y proyectos para solucionar las necesidades básicas insatisfechas de las comunidades, en lo cual, La Guajira ocupa un deshonroso altísimo lugar, a cambio de no sabemos qué prebendas o beneficios para el alto gobierno o sus funcionarios.
Hemos vivido más de treinta años de retroceso evolutivo, la actividad minera no nos ha dado un beneficio proporcional al que han recibido las empresas explotadoras y el alto gobierno; todavía no tenemos en La Guajira sistemas de acueductos y alcantarillados ni regulares siquiera, producimos recursos mineros energéticos y pagamos una de las energías más caras y más malas del país, el gas domiciliario nuestro es más caro que en el interior, nuestras fuentes de empleo mayoritarias, las empresas mineras, favorecen preferentemente a la mano de obra y a los profesionales no guajiros, dejando a los nuestros desplazados en su terruño, lo mismo ocurre con nuestras empresas que no han podido crecer porque no han tenido la participación necesaria en estas macro actividades, y todo ello es responsabilidad de todos los guajiros, sí, de nosotros, todos somos culpables, unos por acción y otros por omisión, y es hora de analizar qué tan conveniente es para La Guajira que estos proyectos mineros se ejecuten aquí.
Es hora de no equivocarnos nuevamente. Hagamos un juicio serio y objetivo de responsabilidades y excluyamos a todo aquel que sea o haya sido artífice de estas responsabilidades directas de cualquier posibilidad de asumir nuevamente las riendas de lo poquito que nos queda.
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