Lazos virtuales

Columnas de Opinión
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Es claro y en ello las posturas son unánimes, que el mundo digital llego para quedarse, que sus efectos en la cultura, la comunicación y los vínculos no admite discusión; y, que ha permitido la virtualidad ocupar múltiples espacios simultáneamente. El mundo que referimos trasformó las formas de comunicación de las personas, al tiempo que determinó modos nuevos de relacionamiento e intercambio social. Las personas modifican, según las épocas y sus modos de comunicarse y también de interactuar con otros.

No hay marcha atrás, ni como regresar al momento en que no existían los elementos tecnológicos de hoy como parte protagónica que hace parte de la cotidianidad. La cantidad y variedad de ellos son cada vez mayores, más veloces y sofisticados, en los que se avanza a pasos mayúsculos que convierte el mundo de la Internet y/o el Ciberespacio en un todo dinámico de nuevas
comunicaciones y uno de los principales lugares de producción de sentido y nuevos lenguajes; lo que implica, como sostiene la psicoanalista y profesora británica Alessandra Lemma, que: “Es necesario ir más allá de la lógica binaria virtual–real, que los vínculos afectivos no pueden evitar hoy, tener en cuenta el impacto de extensa conectividad digital portátil; y, que para las generaciones actuales las redes digitales potencian el mundo real en lugar de ser una alternativa al mismo”, como reflexión acerca de las nuevas prácticas de expresión vía internet en los adolescentes, quienes como “nativos digitales”, refiere, viven inmersos en un contexto tecnológico en donde se ponen en juego tanto cuestiones que hacen a su singularidad como a la relación con los otros.

Una explicación de todo esto es como las redes sociales se convirtieron en ventanas siempre abiertas y conectadas (Blogs, Facebook, YouTube, Instagram, Twitter confirman esta tendencia); al exponer en las redes detalles de la vida privada que se suben y millones de personas pueden ver, pasando lo íntimo a ser público en segundos. Es evidente que el mundo virtual ha corrido de lugar las coordenadas tradicionales en relación al lazo social ya que el mismo deja de manera explícita una alta exposición de la intimidad y dominio de la visibilidad.

De la misma manera, imposible es hoy pensar que esta transformación no tenga lugar en todos los escenarios, o pensar que se pueda establecer una barrera para que la tecnología no perturbe el denominado “campo analítico”, como viéndolo estamos a raíz, para solo citar este ejemplo, con la crisis sanitaria, económica y social originadas por la de pandemia del Covid-19.

WhatsApp, Facebook, Mails, son lenguaje que forman parte del discurso de los analistas y ocupan un lugar en la transferencia, siendo el reto, poder pensar en cómo ajustar nuestro “horizonte” a las subjetividades que suponen los cambios de época de conformidad con su propio escenario. Definitivamente, las relaciones interpersonales en los últimos años, han acusado numerosas e importantes transformaciones a partir de sustanciales cambios tecnológicos surgidos en el transporte y las comunicaciones, lo que determinó pasar de las relaciones entre personas a una ampliación del mundo social que nos introdujo en extenso a la “aldea global” como dijera Marshall McLuhan; o, a la “supertribu” como Desmond Morris la refirió.

Es decir, estos lazos virtuales que estamos viviendo en la actualidad nos destinan a un cambio de paradigma no solo a nivel productivo, sino a nivel social donde los sujetos en su interacción relacional con y a través de las TICs disponen, descubren y crean nuevas herramientas de relación y contención para sentirse juntos y contenidos al no (o tener seria dificultad para) encontrarlas en las distintas instituciones e instancias que atraviesan su vida cotidiana.