Lectura para cuarentena: “El perfume”

Columnas de Opinión
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Escrito por:

José Vanegas Mejía

José Vanegas Mejía

Columna: Acotaciones de los Viernes

e-mail: jose.vanegasmejia@yahoo.es



Parece contradictorio afirmar que en una obra literaria cuyo leit motiv o núcleo es el asesinato de veinticinco doncellas, el amor pueda adquirir importancia.

Con esta inquietante primera frase espero despertar en el lector el interés suficiente para acercarse a la novela “El perfume”, del autor alemán Patrick Süskind. Se publicó en 1985. La gran mayoría de lectores de esa historia han manifestado haberla “devorado” de un tirón, atraídos y atrapados por una trama que sostiene la intriga a lo largo del relato. Es una obra en la que la narración y la descripción corren parejas. El lector de este artículo, como es natural, no se quedará con esta simple reseña y buscará el placer en las palabras y recursos literarios utilizados por Süskind. 

 El autor de “El perfume” desarrolla la historia imaginaria de Jean-Baptiste Grenouille, un ser demoníaco, abominable, nacido entre las tripas de pescado y toda clase de deshechos en una plaza de mercado del París del siglo XVIII. En esta obra, contada en tercera persona, acompañamos al personaje principal por las calles malolientes de la capital francesa, escenario de su primer homicidio. Lo seguimos como aprendiz de perfumista; más tarde observamos su comportamiento como ermitaño durante siete años en una caverna para verlo reaparecer como asesino insaciable en busca del aroma que lo obsesionaría durante toda su vida.

Grenouille (rana en francés) es capaz de diferenciar millones de fragancias y de clasificarlas. Es un asesino en serie que solo da muerte a doncellas. En una ocasión, después de localizar a una niña y comprobar que su cuerpo despide un aroma que él ha estado persiguiendo, espera pacientemente dos años para asesinarla cuando sea adolescente. De esas jóvenes solo le interesa capturar el aroma. No hay en él otro propósito. Su extraordinario olfato le permite detectar un olor a muchos kilómetros de distancia y lo guía con precisión hasta el lugar donde se origina un perfume determinado.

Esta novela, no obstante contar la biografía de un asesino carente de cualquier asomo de amor hacia los seres humanos y aun hacia la naturaleza, encierra una paradoja: Grenouille extrae de las doncellas asesinadas el “aroma de su alma” y elabora el perfume que tanto lo obsesiona. Cuando es capturado y condenado, subido ya en el cadalso que han armado para su ejecución, derrama sobre sí una sola gota del perfume que ha preparado y logra enloquecer de amor a la muchedumbre congregada en la plaza; más de diez mil personas se despojan de su pudor, se abrazan y, sin conocerse entre sí, realizan una orgía gigantesca. Las autoridades, poseídas por un amor infinito hacia el reo, revocan la sentencia y el asesino queda libre.

Más tarde, de regreso en París, una noche Grenouille vacía sobre su cuerpo el frasco donde conservaba el resto de “su perfume”. Estaba frente a una treintena de malhechores  precisamente en la plaza de mercado donde había nacido veintinueve años atrás. Como resultado del amor que desencadenó con su fragancia, fue rodeado por los vagabundos, que lo consideraron un ángel. Cada uno de ellos quiso llevarse un pedazo de ese ser beatífico a sus casas. En la obra destacamos este fragmento alusivo a los últimos minutos del asesino: “Cuando por fin se atrevieron (los vagabundos), con disimulo al principio y después con total franqueza, tuvieron que sonreír. Estaban extraordinariamente orgullosos. Por primera vez habían hecho algo por amor.” La imagen final  ―los harapos de Grenouille abatidos por el viento en medio de la plaza― cierra el ciclo vital del asesino que nació sin olor pero con la facultad de percibir todos los aromas y de crear uno inigualable: el perfume.