Al Ándalus - esplendor

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



Recorriendo la antigua Zanaguat Ilbira (Calle Elvira) de la antigua Medina Garnata (Granada), se observan cientos de pequeños bazares árabes.
En medio de diversos cachivaches, hay pequeños empaques de té preparado a partir de variados ingredientes combinados con maestría ancestral que también se encuentran en puestos especializados el centro histórico; se pueden combinar a gusto o, simplemente, beberlo en cualquier tetería de esa fascinante ciudad. Uno de ellos, Esplendor, bautiza esta nota. Preparado con hojas enteras de té verde, rooibos, rosas, hierbabuena y fresas, es un recuerdo fresco de la fabulosa medicina andalusí, la más avanzada de sus tiempos, para la cual la buena higiene, alimentación adecuada y la tranquilidad eran tan importantes como los métodos curativos.

Desde los primeros asentamientos humanos se sabe que el agua combate muchos males. Con sus acueductos, la ingeniería romana llevó agua en abundancia a todos los confines de su imperio. Escusados y drenaje de aguas negras fueron pieza clave para evitar muchas enfermedades transmisibles. Con la caída del Imperio Romano y la posterior llegada del mundo árabe a Europa, Al Ándalus se torna el referente de la medicina. En Bagdad, año 805, crearon el primer hospital con administración y contabilidad, y pabellones especializados como hoy sucede, boticarios que preparaban en farmacias los remedios ordenados por los médicos durante las visitas. Después, una red hospitalaria financiada por los califatos en las principales ciudades y, en el año 832, la primera escuela de Medicina Islámica en Gundishapur (Irán) en simultánea con la fundación de la Escuela Médica Salernitana (Campania, Italia), considerada la más antigua del mundo. En Al Ándalus se recuperó parte de la distribución del agua de los romanos para sus fastuosas ciudades y edificaciones.

En el Califato de Córdoba las comunidades que allí moraban, musulmana, judía y cristiana, gozaron de plena libertad. Aún se aprecia en ciudades y barriadas andaluzas. El agua, más que vital como para cualquier civilización, era elemento central en la cotidianidad, el bien más preciado. Según el Corán, a todo ser humano se le han autorizado tres cosas: el pasto para el ganado, el fuego y el agua. “Todo musulmán que retiene el agua que no necesita peca contra Allah”. La importancia y el respeto musulmán al agua se aprecian en los jardines de la Alhambra; en Valencia aun sesiona con toda autoridad el Tribunal de les Aigües (Tribunal de las Aguas) en la Puerta de los Apóstoles de la Catedral, a la usanza musulmana, para dirimir conflictos relacionados con el uso del agua. Sus decisiones, verbales en lengua valenciana, son ley para todos. Todavía existen antiguos hamman (baños árabes) en diversas ciudades de Andalucía donde aún hay rituales de aguas y masajes. Córdoba llegó a tener más de 600 hamman.

La medicina pasó de ser rudimentaria, basada en creencias y supersticiones (la enfermedad era castigo divino) y basada en religión, astrología y magia a ser científica y desarrollada. La prevención era la base de la salud. Hunyan Ibn Ishaq decía que la preservación de la salud era la mejor manera de evitar la enfermedad. Otra grande de entonces, Al-Razi: “lo que se puede curar con comida no necesita fármacos”. La anatomía sirvió de base para la cirugía. Para Al-Madjusi, para ser cirujano, era necesario dominarla. De aquel período cabe destacar a Ibn Sina, Avicena. Este gran médico relacionó el pensamiento aristotélico antiguo con el medieval de Occidente, y junto con Averroes conectan el Islam a esta región. Avicena escribe el Canon de la Medicina, una enciclopedia de catorce volúmenes, combinación de su experiencia con las medicinas islámicas medieval y persa, y los escritos de Galeno y otros autores orientales. Son numerosos sus aportes, ejerciendo incomparable influencia en la medicina de entonces. Otros grandes médicos de la época fueron el judío sefardí Moisés Ben Maimón, (Maimónides), y los musulmanes Abulcasis, Ibn Zuhr y Taqi ad-Din Muhammad, entre tantos influyentes. Definitivamente, Al Ándalus gozó de esplendor.