Antiguas papeletas electorales

Columnas de Opinión
Tamaño Letra
  • Smaller Small Medium Big Bigger

Escrito por:

Carlos Bustamante Barros

Carlos Bustamante Barros

Columna: Columna Caribeña

e-mail: cm-bustamante@hotmail.com



Mucho antes que fueran establecidos por la Registraduría Nacional del Estado Civil los tarjetones electorales actuales, existieron años atrás las antiguas papeletas electorales que consistían básicamente en tirillas con los nombres de diferentes candidatos a corporaciones públicas del Senado, Cámara de Representantes, asambleas departamentales, concejos municipales, separados por ligeras ranuras que permitían separar sin mayor esfuerzo al candidato de sus preferencias, acompañados de la infaltable tinta indeleble que untaban en el índice derecho de la mano los sufragantes hasta la primera falange que servía a la postre para identificar a quienes ya habían ejercido el sagrado derecho del sufragio señalado en la Constitución y las leyes.

El mundo de ese entonces era virginal e incipiente, todavía no existían los avances tecnológicos del mundo moderno del Internet y las comunicaciones entre ciudades eran rusticas por medio de telégrafos, sólo podía percibirse en algún remoto y olvidado del mundo y de Dios la existencia de nuevos gobiernos por medio de la emisora del reportero Caracol que informaba casi siempre lo mismo, es decir, daba cuenta de los ataques del Ejército a las columnas insurgentes del guerrillero Tirofijo, las proezas para evadir el cerco a las autoridades del asesino sangre negra en los llanos orientales y el infaltable enfrentamiento absurdo e inútil entre liberales y conservadores liderados por Carlos Lleras Restrepo y el gran jefe godo Laureano Gómez que alcanza su punto culminante cuando pasos sigilosos en la oscura y fría noche bogotana incineran la casa del jefe liberal obligándolo al exilio forzado.

Deseo señalar ahora que ha pasado mucho tiempo desde esos momentos aciagos de nuestra propia historia, que el surgimiento y posterior eliminación de las antiguas papeletas electorales sirvieron como sostén de nuestra democracia, las grandes concepciones partidistas de liberales y conservadores fueron reemplazadas por el seguimiento a ciegas de los colores rojos y azul, los cuales impregnados de una magia embrujante lograron que miles de colombianos los siguiesen hasta el punto de ofrendar su vida por ello, en lo que puede designarse como otro de los acápites absurdos de nuestro pasado porque trajo consigo muerte, desolación, ruinas, en la guerra fratricida e inútil de nuestra democracia sin memoria.

Se ha comentado con creces, probablemente con razón, que las antiguas papeletas electorales facilitaban los fraudes electorales porque se prestaba para los cambiazos de papeletas, al igual que el elector primario no tenía posibilidades de ejercer su derecho al sufragio en forma consciente, por ello fue suprimida de nuestras costumbres electorales y reemplazadas por los tarjetones actuales que ofrece posibilidades de ejercer el voto con transparencia.

En este sentido nuestra propia historia en materia electoral nos ilustra que fueron muchas los chocorazos (fraude electoral) que ocurrieron durante las épocas en que funcionaron las papeletas electorales, prácticamente diseminadas en las cinco regiones que integran la patria, en la cual uno de los casos de ocurrencia más aberrantes fue durante la administración de Carlos Lleras Restrepo cuando el general retirado, Gustavo Rojas Pinilla, aventajaba a su más inmediato contendor Misael Pastrana Borrero por más de un millón de votos con el 80% de las mesas escrutadas, luego en los escrutinios perdió las elecciones dando con ello origen al surgimiento de grupos insurgentes como el M-19 que el país recuerda por supuesto con pena por las espectaculares tomas que realizó primero a la embajada dominicana y luego al Palacio de Justicia, que estremecieron los propios cimientos del Estado colombiano, en la que fueron inmolados magistrados brillantes de la Corte Suprema como Reyes Echandia, Gaona Cruz, entre otros, así como centenares de civiles muertos que tiñeron de luto y tristeza a nuestra nación.

En los archivos de la Registraduría Nacional del Estado Civil de Santa Marta observo diseminada al azar en uno de sus rincones incoloros y polvorientos por el paso del tiempo y también por la falta de mantenimiento, una papeleta electoral amarillenta carcomida por los infaltables comejenes en la que puede leerse: voto para Senado de la República por Edgardo Vives Campo y otra similar voto para Senado de la República por Micael Cotes Mejia, son los atisbos electorales de nuestro pasado histórico en esta materia, que en todo caso con las imperfecciones que toda democracia tiene contribuyeron a mantener con su existencia los retozos de libertad que hoy tenemos, por lo cual fue en su momento perfectamente válida por obvias razones.

Los chanchullos y la satanización de las antiguas papeletas electorales es harina de otro costal, porque el ideal enaltecedor en la cual fue inspirada y creada de ejercitar y fortalecer la democracia estaba lejos de la perfidia humana en la búsqueda del poder omnímodo, que corrompe todo a su paso siniestro y desolador.

El mundo y la vida siguen su curso…