Trascender lo mecánico

Columnas de Opinión
Tamaño Letra
  • Smaller Small Medium Big Bigger


Existimos en una sociedad que ha jerarquizado unos factores sobre otros, por ejemplo, el desarrollo de las ciudades, que es construir edificios y calles, sobre la misma vida del planeta; la permanente invención y uso de máquinas sobre el trabajo directo del hombre; la interpretación del mundo desde el intelecto y una predominante formación comprensiva sobre la experiencia global y la formación integral del ser interior.

Tenemos un afán permanente por "mejorar" nuestra vida, que no es otra cosa que perseguir el deseo de llenarla de placeres materiales. Y en este afán nos olvidamos que vivir implica conocer a nuestro ser íntimo, y permitir su desarrollo, su expresión y adentrarnos en él.

Debido a nuestros condicionamientos impuestos por la educación académica y religiosa nos convertimos en un mecanismo o en una pieza más de esta maquinaria social productora de sistemas. Según algunos estudiosos: "Mecanización significa intelección y, como el intelecto es principalmente utilitario, no hay esteticismo espiritual ni ética en la máquina".

Nuestra posibilidad de conocimiento, que comprende la fusión de educación y de ser, nos permite alcanzar la posibilidad de trascender lo mecánico, para abrirnos a la expansión de nuestra conciencia; la conciencia nos permitirá comprender la vida en todas sus infinitas manifestaciones; en ese momento nos aproximamos a un equilibrio de nuestras distintas partes como seres humanos: en las sensaciones, en los sentimientos, en las acciones y en los pensamientos.

El equilibrio de esas funciones psicológicas nos permite una correcta relación con esa totalidad mayor de la que sólo somos una parte. El ser se educa a través del conocimiento del ser, al acompañar su propia vida, sus propias vivencias; llegar al ser es comprender, conocer.

No podemos perder de vista el desafío que representa para el hombre la búsqueda de un desarrollo y un equilibrio dentro de sí, que le permita y posibilite abrirse a comprensiones superiores, a una calidad más allá de nuestros estrechos marcos convencionales, dentro de las vías espirituales trascendentales.

"El principal propósito del hombre no es comer, beber, sino realizarse como un ser humano", dice Jung; pero para lograr este objetivo no es tornándonos carcelero del poder creador del niño, como lo hacen los maestros de escuelas, que ya se han olvidado del secreto y silencioso papel que cumplen los cuentos, mitos y leyendas en el despertar y la formación de una interioridad del niño y de sus valores éticos.

En nuestra educación, casi siempre preocupada por la producción y la eficiencia, castra nuestra capacidad de discernimiento, tan viva en la niñez, pues es puesta a un lado en beneficio de nuestra capacidad de responder. Comúnmente, cuando un niño hace una pregunta verdadera, inmediatamente se le da una respuesta mecánica. En estos casos el educador recurre a la enciclopedia para asegurarse que su respuesta es adecuada. Sin embargo, inconscientemente, evade el análisis, la reflexión.

Desde la escuela hasta el final de nuestra vida siempre tenemos que responder, reaccionar. Somos compelidos a ejercitarnos cómo reaccionar. Si no sabemos reaccionar mecánicamente, no servimos. En consecuencia, poco a poco, nos convertimos en cierto tipo de máquinas capaces de reaccionar como máquinas a todas las situaciones con toda la ceguera necesaria para no mirar nuestras propias contradicciones.

{jathumbnail off}