Hacia una década de protagonismo ciudadano (II parte)

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Eduardo Barajas Sandoval

Eduardo Barajas Sandoval

Columna: Opinión

e-mail: eduardo.barajas@urosario.edu.co



Los ciudadanos, aparentemente dueños del poder político conforme a los predicados más elementales de la democracia, quedan entonces relegados a la hora de la verdad, que es la de los beneficios a repartir como resultado del trabajo de todos, y sometidos a la lógica de interpretaciones que no les pertenecen.
Con el agravante de que sus reclamos resultan con frecuencia descalificados, o reprimidos, por ir en contra o afectar en alguna medida los argumentos que justifican decisiones legislativas o de gobierno, conforme a la idea de que el mercado es, supuestamente, el epicentro de todas las relaciones sociales.
Encima de todo, en muchos países se sigue gobernando como en el Siglo XIX, al tiempo que la oposición, cuando la hay, se ejerce más o menos con las ilusiones, proclamas, métodos, esperanzas y discursos del Siglo XX. De manera que muy pocos parecen haber entrado al Siglo XXI. Así que, prácticamente en todas partes, está por hacer la tarea política de generar una sociedad que, sin perder el impulso de logros científicos y tecnológicos al servicio del bienestar y de la creación de riqueza colectiva, consiga una institucionalidad democrática que funcione sin las desigualdades que por ahora tienen condenada a una buena parte de la humanidad a vivir una vida de privaciones que no merece.
Esa tarea política de búsqueda de la corrección de los desequilibrios sociales debe tener como protagonistas a los ciudadanos. Para ello será preciso que comiencen a comprender las hasta ahora lenguas extranjeras de la democracia económica, la participación política en tantos espacios institucionales que están abiertos, o hay que abrir, y la vigilancia de las acciones de gobiernos y órganos de elección popular, para que los administradores, y todos los demás, entiendan que no son los dueños del aparato en sus manos, sino simples mandatarios. La tecnología permite ahora ejercer todos esos controles mejor que nunca.
En todo caso, para llegar al fondo, se tiene que abrir paso un discurso, así sea por ahora incipiente y difícil de organizar, que recoja las explicaciones que los propios ciudadanos tengan de la configuración del mundo actual, y sus anhelos en cuanto al deber ser del mundo que merecen vivir. Discurso que debe entrar en diálogo con otros, inclusive con aquel que ha sido hasta ahora dominante, para encontrar las bases comunes de un modelo político e institucional a la altura de las circunstancias de una nueva época, que seguramente tendrá imperfecciones, pero que está llamado a corregir defectos que, de no enmendarse a tiempo, pueden llevar al colapso del edificio completo, que con tanto trabajo, y a pesar de las dificultades, se ha logrado construir.