Santa Marta: ¿fuerzas vivas o elites pedigüeñas?

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Escrito por:

Veruzka Aarón Torregrosa

Veruzka Aarón Torregrosa

Columna: Opinión

e-mail: veruzkaaaron.t@gmail.com

Twitter: @veruzkaaaron


La ciudad de Santa Marta, contrario a lo que han querido promover mediante el discurso de “los de antes y los de ahora”, no siempre fue la ciudad envilecida que es hoy, por cuenta de su rezago socioeconómico frente al resto de capitales de la región Caribe y el País.
De acuerdo con investigación realizada por Diana Ricciulli-Marin y Adolfo Meisel, La pobreza en Santa Marta: Los Estragos del Bien, “en 1973 y 1985 la ciudad vivió un progreso importante, reduciendo su pobreza en 12 pp y alcanzando una incidencia de 33% que la llevó a posicionarse como la menos pobre en comparación con Cartagena y Barranquilla.”
Según resultados de la misma investigación, esta situación se revirtió debido a tres principales factores que destacan los investigadores: “la llegada masiva de desplazados que inició en la década de 1990...la informalidad y el bajo logro educativo de la población”. La migración interna, fue sin embargo la problemática de mayor costo para ciudad, puesto que se convirtió en una de las de mayor recepción de población expulsada a causa del conflicto interno. Esta situación llevó a que los gobiernos de turno se vieran en la obligación de priorizar la atención de estas poblaciones y descuidar los problemas propios de ciudad.
Pasados casi 30 años, la situación no ha cambiado a pesar de que “los de ahora” encontraron un Distrito saneado fiscalmente. Estos han preferido dedicarse a la forma y no a los problemas estructurales y fundamentales para el desarrollo socioeconómico de la ciudad. Tal y como lo mencionan los investigadores, los indicadores “revelan la incapacidad del gobierno para atender las demandas en bienes y servicios básicos de esta población… Además de la necesidad de ampliar la cobertura y calidad de los servicios públicos, especialmente de agua potable, y reducir el déficit de vivienda, el gran reto de Santa Marta en la actualidad es mejorar su sistema educativo”.
Finalizado un periodo de gobierno más, las deudas que señalan los investigadores se mantienen. La gestión pública de la infraestructura de cobertura y calidad de servicios públicos ha sido negligente e improvisada. Las medidas adoptadas han sido tan ineficaces, que estamos en la peor crisis de la historia reciente de la ciudad.
En la gestión de vivienda, el gobierno saliente presenta un balance negativo. Según el último reporte de Camacol, el déficit cuantitativo de vivienda en Santa Marta durante el 2018 fue del 73%. Esta cifra si bien es alarmante, tiende a empeorar cuando se contextualiza el impacto de la crisis del agua frente a la disponibilidad de servicios públicos para nuevos proyectos urbanísticos. A esto se suma, el inmarcesible proceso de actualización del Plan de Ordenamiento Territorial, cuyos resultados llevamos en espera casi 6 años. En cuanto a la calidad educativa, los resultados del Icfes pruebas Saber 11 hablan por sí solos, pues Santa Marta y el Magdalena ocuparon en el ranking nacional el penúltimo lugar en calidad de la educación en el 2018.
La ciudad está en crisis y no lo hemos querido reconocer. Esto es producto de la deficiente administración pública, pero también de nuestra indiferencia como sociedad. Hemos permitido sacrificar el rol de las “fuerzas vivas” por el pusilánime protagonismo de unas elites pedigüeñas que en lugar de exigir resultados y pedir cuentas a los administradores de lo público, se confabulan para dejar hacer y dejar pasar la corrupción y la impunidad. Socialmente decidimos bajar nuestros estándares morales para acomodarnos a la mediocridad de quienes lideran, y así evadir la responsabilidad de aportar individual y colectivamente en el proceso de construcción de ciudad.
Quienes llegan a esta ciudad se hacen la misma pregunta, ¿dónde están sus dolientes? Dónde están sus fuerzas vivas? Las mismas que en ciudades, como Barranquilla, Montería, Cali, Bucaramanga, han participado activamente en sus procesos de desarrollo, las que cuando es necesario orientan y/o reclaman a los dirigentes por el bienestar colectivo.