¡Adiós, Armando Lacera Rúa!

Columnas de Opinión
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Escrito por:

José Vanegas Mejía

José Vanegas Mejía

Columna: Acotaciones de los Viernes

e-mail: jose.vanegasmejia@yahoo.es



Hace unos días entregamos a la madre tierra el cuerpo inerte de un amigo. Doloroso es comprobar que a cada uno de nosotros nos ocurrirá lo mismo: estamos en el mundo como en una estación de paso en espera de que el tren de la vida se detenga para elegir pasajeros.
Luego continuará su inexorable recorrido depositando aquí, allá y acullá su cargamento de acuerdo con un itinerario planeado por el inclemente Destino. Esta vez nuestro amigo subió al vagón, nos dijo adiós y partió hacia la eternidad con su baúl repleto de experiencias. Ya nos había brindado generosamente su amistad y nos hizo partícipes de la ciencia acumulada pacientemente a lo largo de su existencia. Somos conscientes de ese momento que a todos nos llega; sin embargo, siempre esperamos que se postergue un poco, como si pudiésemos manipular a nuestro antojo el llamado libre albedrío. En esta ocasión, aunque una lágrima nuble nuestros ojos, nos aprestamos a recordar, con el corazón contrito, la meritoria vida de Armando Enrique Lacera Rúa.

Nació en Riofrío. A los pocos años fue traído a Santa Marta. Su niñez, adolescencia y juventud transcurrieron en el barrio más tradicional de la ciudad: Pescaíto. En esa época ese sector se caracterizaba por sus calles polvorientas en las cuales los niños jugaban fútbol y béisbol, preferentemente. Era frecuente, a la salida de cine, encontrar casas con las puertas abiertas y taburetes recostados en las paredes, testigos del olvido de las abuelas, que dormían plácidamente sin el temor de que se robaran dichos muebles. Cualquier vecino cerraba las puertas sin que los moradores de esas residencias supieran cómo ni cuándo ocurrió el ‘milagro’; mucho menos se tomaban el trabajo de averiguar quién había sido el autor de tal favor. Ese fue el Pescaíto donde se crió el químico, investigador, profesor universitario, escritor Armando Lacera Rúa.

Su hiperactividad no encontró reposo desde su niñez: su constante ir y venir al centro de la ciudad para hacer los “mandaos” de su casa le permitió conocer como la palma de su mano los rincones de esa Santa Marta e identificar –y mortificar también– a los personajes típicos de la ciudad. Por eso los textos costumbristas escritos por Armando Lacera son retratos plasmados por él sin acudir a fuentes extrañas.

La actividad investigativa de Armando Lacera es bastante extensa, producto de su energía inagotable. Todo comenzó en la Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Química. Obtuvo su título en 1973. Posteriormente estudió en la Universidad de San Carlos, Guatemala, donde alcanzó el título de Magister en Ciencias y Tecnología de Alimentos. Fue docente de la Universidad del Magdalena desde 1974. Entre sus más de cuarenta trabajos divulgados están: “Registro de anormalidades congénitas en áreas de influencia de la Sierra Nevada de Santa Marta” (1996). “Guía técnica para el manejo, conservación y transformación del pescado”. “Problemática de cerros y colinas de Santa Marta”. “Diagnóstico del río Manzanares”. “Sierra Nevada de Santa Marta: glifosato, marihuana y otras cosas”.

Armando lacera Rúa fue un hombre polifacético. Sacaba tiempo para todo; por eso desde tempranas horas de la mañana, en sus años más activos, practicaba fútbol antes de comenzar sus labores en la Universidad del Magdalena. También dio rienda suelta a su afición por la música. Por eso escribió “El mago del acordeón: Aníbal Velásquez” y “Un juglar del trópico: Alejo Durán”. Es coautor de “El fervor de un pueblo: Unión Magdalena”. Otras obras suyas son: “Bolívar nuestro” y “Recuerdos propios y ajenos”, publicado en el 2002. Además, Armando Lacera permaneció vinculado a programas culturales, sobre todo en la emisora de la Universidad del Magdalena. Entre las distinciones que recibió se destacan el “Pescaíto dorado” y la “Cruz de Bastidas”, año 2001. ¡Descansa en paz, amigo!