Dudar y preguntar

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Carlos Payares González

Carlos Payares González

Columna: Pan y Vino

e-mail: carlospayaresgonzalez@hotmail.com



Tiene buen sentido suponer que tanto la duda como la perplejidad son matices del conocimiento. Los seres humanos somos una especie marcada por la curiosidad. Siempre hemos estado haciéndonos una multitud de preguntas y elaborándonos otra de respuestas. La razón parece ser simple: quien nada conoce no se encuentra en mejores condiciones para dudar o preguntar. En la historia humana dudar y preguntar han servido para el logro de más y mejores explicaciones e interpretaciones de las cosas que nos determinan y que sorprenden. Los eclipses no dependen de veleidades de ciertos seres sobrenaturales como muchos creyeron en el pasado, sino del gobierno de una serie de leyes. En la antigüedad resultaba viables atribuir los "arrebatos de la naturaleza" a un panteón de deidades traviesas o malévolas. Fue la ignorancia y el ánimo siempre dispuesto de explicar las cosas lo que nos condujo a inventar dioses que dominaban cada uno de los aspectos de la naturaleza. Había dioses para todas las cosas por contrarias que fuesen. Cuando los dioses estaban satisfechos imperaban la paz y la tranquilidad. En cambio, cuando estaban disgustados, venían las sequías, las guerras, las pestes y los desastres. Sin embargo, dicho modelo explicativo empezó a derrumbarse con las opiniones de Tales de Mileto (624-546 a. C.). Surgió la idea de que la naturaleza sigue unos principios consistentes que podrían ser descifrados. Fue Tales de Mileto quien formuló por primera vez que el mundo podría ser comprendido sin la necesidad de recurrir a interpretaciones teológicas o míticas.

En nuestro tiempo a la hora de tomar explicaciones o determinaciones casi todos creemos que tenemos los suficientes elementos para actuar según fundamentos de la razón. Muchas veces creemos que las cosas son lo que parecen en la percepción de nuestros sentidos. De esta manera incurrimos en una visión o en un modelo ingenuo de la realidad. Son pocos los individuos que admiten "libremente" que han tomado explicaciones o decisiones irracionales.

El camino del conocimiento de las leyes de la naturaleza ha sido largo y tortuoso. Fue el jonio llamado Pitágoras (580-490 a. C.) quien formuló la primera ley de la naturaleza: el cuadrado de la hipotenusa (el lado más largo) de un triangulo rectángulo es igual a la suma de los cuadrados de los catetos (los otros dos lados). También descubrió que el número de vibraciones por segundo de una cuerda (de los instrumentos musicales) que vibra bajo una determinada tensión es inversamente proporcional a su longitud. Esto explica el porqué en una guitarra las cuerdas más cortas producen un tono más elevado (sonido agudo) que las cuerdas más largas. Luego apareció Arquímedes (287-212 a. C.) quien fue el físico más eminente de la antigüedad. Agregó tres leyes que siguen siendo sustantivas en la Física clásica: la ley de la palanca, la ley de la flotación y la ley de la reflexión. A la lista de aportantes al conocimiento científico de la naturaleza y la sociedad agregaríamos nombres como los de Anaximandro (610-546 a. C.), Empédocles (490-430 a. C.), Demócrito (460-370 a. C.), Aristarco (310-230 a. C.), Galileo (1564-1642) Kepler (1571-1630), Descartes (1596-1650), Newton (1642-1727), Laplace (1749-1827), Darwin (1809-1882), Marx (1818-1883), Einstein (1879-1955) y otros que harían la lista interminable.

Uno de los afanes más importantes del hombre, tanto en la Filosofía como en el resto de las ciencias, ha girado, y girará, en torno a una simple pregunta: ¿Quiénes somos? Una pregunta que desde la antigüedad ha desatado miles de respuestas, y, sin embargo, generado nuevas dudas, nuevas perplejidades y nuevas preguntas. Una pregunta que en realidad sólo puede ser respondida cuando se engloba en otras preguntas, dado que para las preguntas generales, por regla general, encontramos respuestas limitadas; en cambio, para las preguntas limitadas encontramos respuestas cada vez más generales, debido al reconocimiento de los diferentes modos de integración entre y dentro de las ciencias tanto naturales como sociales. De esta manera podemos seguir preguntando: ¿Por qué hay algo en lugar de no haber nada? ¿Qué explica la existencia de ese algo? ¿Por qué sólo determinadas leyes y condiciones han permitido la vida en el universo? ¿De dónde viene la idea de que existe algo más allá de la existencia?