El problema de la trata

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Escrito por:

Ignacio Pareja Amador

Ignacio Pareja Amador

Columna: Reflector Mundial

e-mail: reflectormundial@yahoo.com.mx

Twitter: @Nacho_Amador 



Reconocemos que la sociedad en la amplitud que representa su universo es la productora de sus propios problemas y por lo tanto de la mayoría de sus soluciones. Dentro de la sociedad se encuentran inmersos, a veces ocultos, a veces a la luz pública, los actores que generan los males que tanto daño hacen a miles de personas en el mundo.

En la sociedad están las víctimas y los victimarios, quienes entre tanta gente se pierden en la cotidianidad dejando que costumbres y prácticas -alejadas de los valores y garantías intrínsecas que todo ser humano posee- se multipliquen para destruir la vida de miles de inocentes, que conscientes o no tienen derecho a una existencia mejor.

Esto es justamente lo que ocurre con el problema de la trata de personas, la cual se conoce como la esclavitud del siglo XXI, pero que guarda una particularidad antiquísima en la historia del hombre. La trata ha sido definida por Naciones Unidas (2000) como "[…] la captación, el transporte, el traslado, la acogida o la recepción de personas, recurriendo a la amenaza o al uso de fuerza u otras formas de coacción, al rapto, al fraude, al engaño, al abuso de poder o de situación de vulnerabilidad o a la concesión o recepción de pagos o beneficios para obtener el consentimiento de una persona que tenga autoridad sobre otra, con fines de explotación".

Entendemos que es una definición amplia, cuyo objetivo es contener el máximo de elementos para poder identificar este grave delito. En términos coloquiales la trata es comerciar con el ser humano como si éste fuera un insumo negociable, es volver un bien transable y transferible principalmente a los grupos más vulnerables; los niños, las mujeres y los migrantes, quienes se convierten en productos, muchas veces desechables, perdiendo de manera lamentable su condición humana.

El motor de la trata es por tanto el lucro económico. Las condiciones de pobreza en las que viven la mayoría de personas en el mundo amplían la posibilidad de caer en las redes del tráfico, sin embargo, no son la única condición, pues quienes lucran con los seres humanos, los "tratantes" incurren en actividades que van desde la prostitución hasta el tráfico de órganos y drogas, o la explotación laboral y sexual de niños y mujeres.

Para combatir este grave mal de la sociedad es imprescindible en primer lugar establecer un diagnóstico de la situación, sin embargo, el tema lleva implícito diversas dificultades que lo hacen invisible ante la sociedad e indetectable para la legislación y la procuración de justicia. Una de éstas es en cuestión estadística, donde no se puede saber de manera acertada cuantas personas se encuentran bajo esta condición de esclavitud moderna, algunas estimaciones hablan de que aproximadamente 800 mil personas han sido traficadas a través de las fronteras, pero no es una estadística tan acertada, si por ejemplo comparamos el dato con los flujos migratorios ilegales que suceden anualmente en el mundo.

Otra dificultad es a nivel legal, donde difícilmente existe una correcta tipificación para el delito, donde reina una inconsistencia en el conocimiento de las mismas instituciones para procurar justicia. Además está la lenta asimilación de los protocolos, convenciones y estatutos internacionales en la legislación nacional.

Pese a que existan leyes, pese a que logremos asimilar las vanguardias a nivel internacional, debemos reconocer que la trata tiene como motor a la pobreza en un primer momento (es la principal razón para la reclusión), pero al final de cuentas es el lucro económico el que mantiene esta actividad, son las clases medias y altas los principales focos de consumo, es la sociedad quien permite las zonas de tolerancia sin regulación, quienes asisten a lugares de trata disfrazados, quienes vemos día tras día a los niños y mujeres menos afortunados trabajando sin cesar por un futuro propiamente incierto. Somos todos quienes tenemos una venda egoísta que nos impide denunciar a quienes lucran con la dignidad humana.

Si podemos organizarnos, si nos coordinamos con el Gobierno y la legislación, si rompemos esas redes de corrupción que sostienen a los dueños de estos ilícitos, si confiamos en las instituciones, podremos juntos disminuir significativamente la trata, mientras no logremos estos objetivos, este mal seguirá entre nosotros. En la sociedad está el problema, y sólo dentro de la sociedad organizada encontraremos la solución.