Partidos políticos o mafias electorales?

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Veruzka Aarón Torregrosa

Veruzka Aarón Torregrosa

Columna: Opinión

e-mail: veruzkaaaron.t@gmail.com

Twitter: @veruzkaaaron


El reciente debate electoral ha dejado a la vista de la ciudadanía, las prácticas poco democráticas que se desarrollan en el interior de algunos partidos y/o movimientos políticos, los cuales en épocas de elecciones demuestran lo alejados que están del propósito de la representación democrática, y contrario a esto, se aproximan a operar como empresas electorales al servicio del mejor postor.

Una de las prácticas que mayor inconformismo genera en quienes aspiran a la representación de las  corporaciones políticas, es la manipulación en la entrega de avales. En la mayoría de los casos, este proceso no obedece a una revisión de antecedentes  y/o propuestas de los candidatos, sino a oscuros  intereses políticos y económicos de los líderes de los partidos o movimientos. Es recurrente ver como son avalados candidatos con extensos y peligrosos prontuarios, quienes  se exponen a ser inhabilitados o destituidos en cualquier momento, o en el “mejor” de los casos, a desarrollar sus periodos en medio de la incertidumbre política que tanto le resta a la gobernabilidad y legitimidad institucional.

Luego de la etapa de avales, el cuello de botella para los candidatos es el proceso de construcción de las listas de las organizaciones políticas. Generalmente, los aspirantes están sujetos a una competencia interna en la que sus posiciones y posibilidades en la contienda electoral, serán determinadas nuevamente por la mayor influencia política y económica que tengan. Esto es más agresivo en el caso de las listas cerradas, pues sus primeros lugares se preservan para los líderes de la colectividad o para quienes estos “digan”.  Cabe anotar que en estas listas, en la medida en que los candidatos se alejan de las primeras posiciones, sus probabilidades de ser electos disminuyen.  Habitualmente  después de las primeras posiciones, siguen simples nombres de relleno para cumplir con lo estipulado legalmente.

En las etapas preelectoral y electoral, los candidatos  también se exponen a la deficiente capacidad de respuesta  por parte de los organismos electorales. Al respecto, se han conocido varios casos en los que a los afectados se les resuelve de manera extemporánea las denuncias y/o demandas de las que son objeto o promotores. Esto afecta no solo el curso de sus campañas sino los resultados como tal.

No obstante, las cuestionables conductas no son de origen exclusivo de los líderes de las colectividades o de las autoridades electorales, pues se ha detectado cómo en algunas organizaciones, dos candidatos actúan como co-conspiradores en una misma lista. La estrategia consiste en que, uno de los implicados trabaja electoralmente para el otro. Es decir, serían dos candidatos financiados por el mismo partido o movimiento, al servicio de una sola campaña. Parecería una situación improbable, pero desafortunadamente ésta ha hecho carrera durante los últimos debates.

Estas situaciones,  son apenas algunas de las que conforman el menú de malas prácticas que debilitan la Democracia. Estas han contribuido a que electores y aspirantes a cargos de elección popular pierdan la confianza en el sistema partidario colombiano. Es así, como con más frecuencia los políticos prefieren optar por la inscripción de sus candidaturas mediante  firmas y no tener que someterse al clientelismo de los partidos, o lo que bien podríamos considerar mafias electorales.

El camino que queda para los electores es muy estrecho, pues por un lado pueden ser presa de la disciplina de partido o se partan de estos para optar por el voto en blanco, o en el peor de los casos, el abstencionismo.

Contrario a lo esperado, las últimas reformas han terminado por profundizar las brechas en el ejercicio político y el camuflaje  de  “clanes” que mutan a través de partidos y/o movimientos. Urge en el país una reforma electoral y en específico del Estatuto de Partidos, pues es necesario atacar la corrupción interna de dichas organizaciones. Debido  a estas malas prácticas,  las buenas alternativas políticas para nuestros territorios han sido eliminadas del escenario y la contienda electoral.