¿Quién cuida el turismo en Santa Marta?

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Carlos Escobar de Andreis

Carlos Escobar de Andreis

Columna: Opinión

e-mail: calli51@hotmail.com


En medio de un listado prolijo de ofertas de casas, apartamentos y cabañas de lujo en Google, me sorprendió una noticia de prensa, en un periódico bogotano que con amplio despliegue dice: “La playa turística y exclusiva de Santa Marta que se volvió epicentro del hampa”

Y, al píe del titular una nota de refuerzo en la que se lee, entre otras: “Desde atracadores hasta presuntos narcos se pasean por Don Jaca (…) Ya se han incautado alijos de coca en el área marítima. Autoridades responden”.

Pudo ser un error de la Unidad Investigativa del periódico, es posible que con pésima intención. Pudo ser una exageración involuntaria o simplemente una información mal procesada, sin verificación. Pero, lo cierto –sin suponer alguna perversidad- es que como se haya podido producir debió ocasionar una lesión enorme, principalmente a quienes invirtieron su capital para vender o arrendar a borde de playa soleadas inmuebles con todas las comodidades y un poco de paz y seguridad en el entorno. Al menos para poder llegar a disfrutarlos.  

Don Jaca es el sitio señalado como “epicentro del hampa”, pero pudo ser cualquier otro igualmente ubicado sobre el litoral caribe. Salguero, Playa Dormida, El Rodadero, Taganga y Bahía Concha geográficamente también están expuestos, si no hay quien los vigile, al tránsito de mafiosos que agencian el tráfico de drogas en territorio samario. Se sabe, está escrito en la nota, que hay evidencias de que “por aquí estarían saliendo lanchas cargadas con coca que bajan desde la Sierra Nevada y esconden en barcos anclados en altamar”. Lo cercioran la Policía antinarcóticos, la Estación de Guardacostas de la Armada Nacional, los vecinos y funcionarios de Anla e Invias sin que nada suceda.

Como en otros tiempos, me ha extrañado la reacción de grupos de “buenos coterráneos” que en Santa Cruzada salían solidarios a defender las playas de Santa Marta no solo por su belleza, sino por su pureza y seguridad, endilgándole a la “prensa cachaca” el prurito de querer deteriorar la imagen tranquila y reposada de nuestro “remanso de paz”, para que los turistas nacionales se vayan a bañar a Cartagena o a Juanchaco en Buenaventura. Parece que comenzamos a hacer conciencia, poca aún, de la presencia de organizaciones criminales que como violentos colonos amenazan, atracan y asesinan a turistas, para sacar la droga.

Pero más me extraña no contar con al menos una explicación, ni corta ni larga, que nos ponga al tanto de lo que está ocurriendo por estos lares y tengamos que valernos de lo que llega de la capital para palear nuestra incertidumbre frente a este estado de indefensión que nos aqueja. No hay derecho, diría mi abuela. Es que creo que las autoridades locales no conocen lo que pasa en los alrededores de la ciudad en materia de seguridad ciudadana y orden público o tal vez no les interesa, porque sus ojos están puestos en cosas supuestamente más importantes como son las cosas que solo afectan a los pobres.

Los hechos mismos me llevan a pensar de esta manera. La ciudad luce desgarrada, es miedosa incluso a la luz del sol, la incertidumbre reina mientras la ciudadanía reclama calladamente respuestas obteniendo del silencio la indolencia y el desprecio. No se aprecia tampoco un liderazgo –no importa que no sea el del alcalde- que armonice y coordine todos los esfuerzos, que dirija, que oriente, que trace directrices, que gestione, que mande y que gobierne para que todos juntos,  samarios e invitados, terminemos de pulir el diseño para construir la ciudad que soñamos.