¿Propuesta populista?

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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



La propuesta del senador Uribe de dar a los trabajadores una prima extra al año produjo rechazo del sector productivo. Incluso el presidente de la ANDI, Bruce Mac Master, lo tildó de peligroso populismo que impactaría negativamente la competitividad del país y que generaría más desempleo.

Llama la atención de que este no es un tema nuevo y que llevamos décadas intentando resolverlo sin que lo hayamos logrado. Los factores que inciden en la dinámica del empleo en Colombia conspiran unos contra otros impidiendo que se llegue a una solución consensuada.

El objetivo del sector productivo es mayor rentabilidad posible y esto demanda un control estricto de los costos de producción. Sin duda el costo de la mano de obra es de los que más impacta la rentabilidad del empresario. Ahora bien, la baja productividad por hora del trabajador colombiano es una talanquera para que se les dé una mejor compensación y mayores beneficios. La situación se traduce en que la única forma de elevar la productividad agregada es contratar más mano de obra. Esto es más cierto en aquellos sectores productivos que son mano de obra intensivos.

Al elevar el costo de contratación, el sector productivo ajusta costos: no contrata mano de obra nueva y probablemente prescinda de mano de obra. Mejor producir menos pero en términos más rentables. O sustituye mano de obra por tecnología. Y es aquí donde lo que dice Mac Master tiene lógica. De convertirse en ley lo propuesto por Uribe, puede Duque olvidarse del pacto recientemente firmado con los sectores productivos para crear empleo y jalonar la economía.

Desde el punto de vista del estado, el enfoque es muy diferente. En el intento de lograr los objetivos de proveer bienes públicos a toda la población, el estado ha renunciado a responsabilidades que le corresponden, y las ha transferido al sector productivo. Esta incapacidad del estado es la que ha llevado a que al empleador se le haya impuesto el peso de ser delegatario de bienestar social, y por esto todo las cargas laborales. El resultado es: baja productividad, alto costo de mano de obra y baja competitividad. No hemos podido romper este nudo gordiano.

Operar en una economía globalizada amerita una revisión juiciosa del tema comentado, en aras de crear más empleo y mejorar la productividad por empleado y la competitividad del país. Sin duda cualquier solución efectiva implica elevar la productividad por hora del trabajador. Si un trabajador me produce diez zapatos por hora puedo pagarle tanto y ser rentable. Si me produce cien, puedo pagarle más y puedo vender mis productos a precios más bajos.

Creo que una solución a corto plazo puede ser que el salario del empleado tenga un componente variable atado a la productividad individual. Se le dejaría un componente fijo para alinearlo con las políticas de salario mínimo. Por ejemplo, si usted me produce cien zapatos en un mes, gana el mínimo legal, y por cada unidad adicional, se gana un porcentaje. Esto tiene la ventaja de remunerar el esfuerzo del empleado y lo motiva a que invierta en sí mismo para ser más productivo.

Desde la Constitución del 86 se ha tenido como base de las relaciones obrero-patronales la idea de que la balanza del poder se inclina a favor del empleador y por esto toda la política de estado ha estado encaminada a proteger al trabajador a expensas del empleador. Presupone hostilidad mutua.

Esta también ha sido la filosofía de los movimientos sindicales, y no entienden ni el estado ni los sindicatos, que están matando la gallina de los huevos de oro. Hay que rechazar la explotación y el abuso del trabajador, pero no imponer a los empresarios cargas que son propias de las funciones del estado.

Si queremos avanzar, quizás debemos comenzar por eliminar de las relaciones obrero-patronales la presunción de hostilidad mutua y sustituirla por una visión de sociedad para beneficio mutuo. Abandonar la obsoleta y nociva negociación colectiva y negociación de salarios y remplazarla por acuerdos sobre consecución de metas anualizadas que permitan mejorar las condiciones de empleo. Estamos en mora de hacerle una reingeniería profunda al modelo obrero-patronal y atar la política salarial a la productividad.