Tiananmen y el tanque de Mujica

Columnas de Opinión
Tamaño Letra
  • Smaller Small Medium Big Bigger

Escrito por:

José Lopez Hurtado

José Lopez Hurtado

Columna: Opinión

e-mail: joselopezhurtado13@yahoo.es



Fotografías con su magia que convierten a los instantes en historia. Y lugares que le dan el toque de colores y diseños, tornándola tangible y respirable, aun si aquella es nauseabunda y pestilente, como en estos casos. Nick Uten en 1972,  captó para la posteridad a la pequeña Kim Phuc, de 9 años, huyendo con su cuerpecito  desnudo, de los ataques aéreos con napalm en Vietnam.

O la de Charles Levy capturando la nube atómica sobre Nagasaki en 1945. O la de las Torres Gemelas en 2001, sucumbiendo como en una versión del apocalipsis, y desapareciendo en un mar de polvo y lamentaciones. Secuencias finales, ellas, irrepetibles, de otros momentos, no menos dramáticos que los antecedieron. La “Gran Avenida de la Paz Celestial “o Plaza Tiananmen en Pekín, fue el dramático e imponente escenario de momentos históricos para la humanidad, eternizados por la cámara de Jeff  Widener en 1989, que los convertiría en un perenne homenaje, a las ansias irreductibles del hombre por la libertad, frente a la opresión  y vasallaje del poder político. Ráfaga de luz que será siempre el referente, ante la humillación y el despojo de los poderosos. El movimiento estudiantil chino, por aquellas calendas, soportaba la brutal represión del Partido Comunista, en jornadas que recordaban la crisis, vivida 75 años atrás en el llamado Movimiento del 4 de mayo, que rechazaba las pretensiones del imperialismo japonés, terminada la primera guerra mundial, y se oponía a la suscripción del Tratado de Versalles, si no se cambiaban algunos de sus términos, que comercialmente desfavorecían al gigante asiático.

Ahora, en 1989, los estudiantes creían que el gobierno del partido comunista era demasiado represivo y corrupto, y que las reformas económicas adoptadas por las elites, empeoraban las condiciones de los trabajadores. Entonces comenzaron las movilizaciones pacíficas, que mantuvieron en vilo la situación por varias semanas, en cuanto que no existía unidad de criterio en las altas esferas para sortear la crisis.

Finalmente, se impuso la línea dura de la represión contra el movimiento que alcanzó a más de un millón de manifestantes, decretándose la ley marcial para disolver la protesta “contrarrevolucionaria”. Y la orden oficial al  Ejército Revolucionario del Pueblo (¡) fue fulminante: disparar a discreción, mientras cuadrillas de tanques acorazados, entraban desafiantes a   Tiananmen, arrollando una y otra vez a los indefensos ciudadanos, haciendo un macabro “pastel de carne”, como se conoció después al desclasificar algunos documentos de embajadas residentes.   Amalgamas de despojos humanos fueron recogidos por excavadoras, incinerados y tirados por los desagües de Pekín.

Pero ya, el día anterior, el mito había nacido, y otra vez la fotografía congelaba en el tiempo al Tank Man o “The unknow rebel”, en su solitario desafío al poder criminal, a la vista estupefacta del mundo.  Nunca se supo de su identidad, y nació la leyenda anónima. El heroísmo suicida de un joven que se enfrentó al poder de los tanques de muerte. Nunca se supo sobre la cifra oficial de muertos, algunos hablan de 10.000, y otros tantos miles de heridos, y desaparecidos.

Mujica, el expresidente de Uruguay, frente a un evento similar en el que la dictadura madurista hace días, atacó a manifestantes desarmados con tanques de guerra, en la anti dialéctica de su  disfrazada soberbia, alimentada ´por no pocos medios internacionales, quiso volver trizas el mito, que vive en los corazones de quienes siempre lucharán por la libertad, frente a la ignominia, la opresión y el autoritarismo de todas las pelambres.  ¡Imposible¡  El poder omnipresente de la fotografía, será un gran aliado en ese despropósito.