¿Toros en Santa Marta?

Columnas de Opinión
Tamaño Letra
  • Smaller Small Medium Big Bigger

Escrito por:

Carlos Bustamante Barros

Carlos Bustamante Barros

Columna: Columna Caribeña

e-mail: cm-bustamante@hotmail.com



Para principios del mes de julio estaba programada una corrida de toros en la sede vacacional Los Trupillos en la ciudad de Santa Marta, la cual no pudo llevarse a cabo porque el Distrito Turístico Cultural e Histórico de la ciudad negó el permiso requerido para esta clase de eventos, ante lo cual los organizadores del evento insistieron en su solicitud y elevaron acción de tutela ante las instancias judiciales, porque consideran transgredido su derecho a la igualdad, fundamentando sus criterios en pronunciamientos de la Corte Suprema de Justicia de Colombia, la cual valga decir en sus fallos sobre el tema legaliza de hecho la existencia de corrida de toros así como la riña de gallos considerándola acervos culturales de nuestra nación.

Es decir, la suerte en la pretendida corrida de toros que anunciaba un cartel de segunda en la ciudad de Santa Marta, depende ahora de las instancias judiciales locales las cuales en su real saber y entender definirán a la luz del derecho las pretensiones de los accionantes, por lo cual es preciso esperar con paciencia el cumplimiento de los términos judiciales señalados por la ley para estos fines, en la que el criterio de la Corte Suprema de Justicia a pesar de ser pauta decisoria no es menos cierto que la alta instancia judicial referida también enuncia variante en que los jueces y fiscales del país quedan facultados para resolver teniendo en cuenta las condiciones de carácter histórico y sociales de las regiones, lo cual indica que los funcionarios impartidores de justicia seccionales tienen la opción legal en denegar las peticiones de accionantes para permitir eventos urbanos de corrida de toros.

Si revisamos un poco los antecedentes históricos de la ciudad de Santa Marta en esta materia encontramos que la vieja urbe de Bastidas no registra noticias en su amplio y oscilante devenir tradiciones taurinas en más de cuatrocientos setenta años, porque la idiosincrasia de su gente no corresponde por razones obvias al júbilo malsano de ver morir a un toro con una estocada mortal clavada en su lomo, que es mostrada embardunada de sangre al publico al ritmo de pasodobles, espectáculo abiertamente de mal gusto ante el cual el mundo civilizado se revela en abierto rechazo incluso en algunas regiones de España, país del que provienen estas prácticas aberrantes y violentas, con leyes actuales que limitan su práctica.

Inclusive las organizaciones antitaurinas colombianas trabajan sin descanso ante los órganos gubernamentales del país para suspender el aporte de subsidios estatales a los hatos ganaderos que sirven como criaderos para toros de lidia, en el cual el objetivo claro es debilitar los recursos económicos que contribuyen al sostenimiento de estas prácticas violentas contra el reino animal, lo cual es un avance importante si se quiere pero no definitivo en esta magna tarea que requiere paciencia y mucha perseverancia para minimizar en grado sumo las corridas de toros en Colombia porque vuelve y se insiste atentan contra el reino animal además de representar culto a la violencia con sangre derramada en la arena.

Plazas como la Cañaveralejo en Cali; Macarena, en Medellín, monumental en Manizales y la Santamaría, en Bogotá, son verdaderos centros en muertes de toros, la asistencia del público, especialmente del joven, se ve cada día menguada, está reduciéndose significativamente por una razón muy sencilla, las nuevas generaciones prefieren en la era de Internet y comunicaciones satelitales un concierto musical con artistas de moda, donde con la cadencia de sus notas rítmicas se rinde culto merecido al amor, la alegría, a la vida misma, que a fin de cuentas es lo que vale la pena, logrando de ese modo rezagar las enunciaciones taxativas de violencia y muerte.

Ojalá algún día esas citadas plazas donde mueren toros sean convertidas en lugares de conciertos musicales para bien de nuestro país, lo cual es posible cuando el tiempo con su estela indetenible supere los rezagos del viejo país incluyendo esos acervos culturales proscritas por el mundo civilizado, en el que la gente joven con modo de actuar y pensar diferente será pieza definitiva en ese propósito esperanzador.