Ramoncito

Columnas de Opinión
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Nadie se dio cuenta cuándo creció Ramoncito. Aunque no ha dejado de decir 'Dejémonos de Vainas… ¿sí?' La diferencia es que hoy lo escribe cada fin de "semana" (aunque a mediados de los 80' cuando estaba con su papá, Moncho, con su madre, Renata, sus hermanas, Margarita y Teresita, lo decía todos los viernes por la noche en el programa de televisión del mismo nombre él o cualquiera de su familia peculiar).

Ramoncito se creció, y con él sus miedos, su timidez. Sus fantasmas infantiles lo persiguen convertidos en protagonistas del acontecer nacional que combate diciendo lo que normalmente no escribiría.

Es un rebelde a su manera: estuvo un tiempo perdido pero reapareció en famosas revistas escribiendo lo que él llama caricatura escrita, mofándose de todo lo que le dé la gana porque tiene licencia para eso emanada del ministerio de la vaina y vaina, donde nada tiene que ver el caldo con las tajadas.

Ramoncito no cree en nada ni en nadie. Es ateo. Pero un día irá donde una pitonisa quien le dirá que se casará, que tendrá dos hijas que le van a preguntar que si él alguna vez dirigió una revista especializada en desvestir famosas y a él se le formará un nudo en la garganta para responder que esas "son vainas de la oposición".

La quiromántica gitana le dirá que ve en la palma de su mano que leerá de cabo a rabo las columnas interminables de Fernando Londoño, que será un fanático seguidor de un intelectual asesor de un presidente que cogió la constitución del país y la zarandeó al derecho y al revés.

Ramoncito ha crecido físicamente pero en todo lo demás sigue en el vientre de Renata. Nada le gusta, todo le imputa, todo le hiede y nada le huele. Parece un futbolista frustrado o un hincha cuyo equipo se queda a mitad de camino siempre…Es famoso por sus escritos y por dirigir una revista y escribir en otra de la misma casa editorial, por ser hijo de "Moncho", el periodista, por irrespetuoso, porque nadie le dijo jamás que a la gente por ser gente, a veces, hay que respetarla, y no joderla restregándole en cara sus defectos íntimos que para ellas son las únicas cualidades dignas de mostrar.

Quizá nadie le dijo a Ramoncito, ni siquiera Moncho, que nadie tiene la culpa de tener tantos defectos morales ni mentales, de lo que él se deleita a gusto y se lame los dedos, ¿Qué dirá Renata?. Creo que él medio respeta y medio escucha es a Josefa, la muchacha del servicio doméstico de su casa.

Ramoncito domina regular el español, remeda mal a los paisas, practica la redacción cada que escribe para ver si algún día aprende y se burla de todo lo que no sea "Bogoteño". Sabe que se lo van a aplaudir sin remedio el domingo por la mañana y que le estropeará el almuerzo a muchos otros y el precio que está pagando es aislarse cada día más de esa sociedad elitista y arribista a la que él tanto detesta y a la que, paradójicamente, pertenece por obra y gracia del Espíritu Santo, (Moncho), solo para poder seguir haciendo lo que le gusta: joder a los demás con su mala bilis.

La tía Loly todos los domingos pone el grito en el cielo y Ramoncito ya no le hace caso ni al costeño Ramiro, carajo, y mucho menos respeta sus canas. Es que Ramoncito no conjuga ese verbo. Quizás nunca lo ha hecho porque eso sería ser del montón. Y Ramoncito no es del montón: es de Soho.

Ramoncito es inmune a todo. No sufre ni de uñero. Sólo le da gripa cuando pierde el Santa Fe. Es el mamagallista que dicta jurisprudencia cada fin de semana en cómo es que se debe mirar a quienes hacen tanto por el país que nunca hacen nada que valga la pena sólo regalan argumentos para una caricatura escrita.

Ramoncito sólo tiene dos amigos: un perro, el 'Pincher Arias'; y un lagarto, 'Roy'. Mejores amigos no hay.

Detesta, Ramoncito, las reuniones sociales porque quizá no soporta el vaho de su propia timidez representados en la gente que lo rodearía en esos lugares exclusivos y que no le pedirían autógrafos sino más de una explicación. Pero si esos son los sitios perfectos para exorcizar tus miedos reprimidos, 'cabezón', o tu impotencia por no ver a este pútrido país como él lo soñó cuando era feliz e indocumentado; y que no fuera país si Ramoncito no le revuelve el estómago recordándole que aquí nada ni nadie sirve para un carajo, sólo para salir retratado en sus columnas sostenidas por los cimientos del poder de su propio y rancio apellido que hasta presidente tuvo: Vargas

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