A modo de reflexión

Columnas de Opinión
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Miles de personas, sobre todo las afiliadas al clero católico, estaban muy fascinadas con la llegada del nuevo milenio, pero transcurridos once años de éste, podemos ver que nada de particular ha sucedido: todo sigue igual; no ocurre nada que se salga de lo corriente.

No obstante, si realmente esas personas de verdad persiguen un milenio feliz, pacífico y luminoso para toda la humanidad, ante todo, deben trabajar por un cambio de pensar y sentir.

El siglo XXI debe ser un siglo de diálogo e interrelación pacífica entre los miembros de esta humanidad, en vez de guerras y derramamiento de sangre. Es obvio que siempre vamos a tener problemas, evidentemente; pero éstos deberían ser resueltos a través del diálogo y el debate pacífico.

Esto es algo que se halla en nuestras manos, sobre todo en los jóvenes.

Estoy seguro que todo el mundo estará de acuerdo en que debemos terminar con la guerra, engendrada por nuestro odio y nuestra violencia; y si realmente queremos eliminarla por completo, deberíamos analizar si ella trae bienaventuranza o no.

Claro, si enfocamos esta cuestión desde un punto de vista condicionado por nuestra cultura, religión, educación, descubrimos que nuestra creencia nos hace ver que la guerra es realmente necesaria, pues estamos ajustados a percibir que la fuerza y no la inteligencia, permite resolver rápidamente un problema.

Pero no caemos en cuenta, debido a nuestra pereza mental, que el triunfo de la guerra, se obtiene a expensa de violar los derechos y el bienestar de otros. Y como resultado de ello, y aunque un problema haya sido resuelto por medio de ella, se habrá plantado la semilla de otros más.

Por otra parte, si una causa se basa en razonamientos inteligentemente sólidos, no tiene sentido utilizar la guerra. Quienes se entregan en brazos de la guerra como un medio o con un modo para solucionar cualquier problema, sea éste político, económico, religioso, social, etc., no tienen más motivo que un deseo egoísta, o no pueden alcanzar sus objetivos a través del razonamiento lógico; quienes no cuentan con el apoyo de la razón, no tardan en dejarse arrastrar por la violencia.

En el pasado siglo XX vimos con estupor como los gastos de armamentismo aumentaron año tras año en la mayoría de los países. Y si queremos invertir esta tendencia, debemos comenzar a pensar seriamente en el concepto de la no-violencia, expresión física del amor, de la compasión, de la bondad, de la caridad universal; pero para que la no- violencia llegue a ser una realidad, lo primero que debemos hacer es trabajar en el desarme de nuestro interior anímico, que no es otra cosa que liberarnos de todas las emociones negativas que originan violencia. Cumplido ésto, el desarme externo irá gradualmente llegando paso a paso.

Cuando hayamos hecho esta cuestión veremos cómo se desploma el uso las armas nucleares, progresará gradualmente la desmilitarización total del planeta, se pondrá punto final al comercio armamentista, que es practicado muy ampliamente por lo lucrativo que resulta; y así entraremos a un mundo civilizado, culto, humano en toda la extensión de la palabra; podremos esperar ver cómo cada año del nuevo milenio traerá consigue el retorno al paraíso, que con bombas y platillos anunciaron y muchas religiones, pero no enseñan a sus afiliados una didáctica que extirpe todo tipo de emociones negativas, que es la columna vertebral de la abominable guerra…

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