Las playas del metal

Columnas de Opinión
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Para muchos la cultura del metal se ha convertido en un tabú, olvidando entonces aquellas normas de uso social que nos invitan a no señalar el comportamiento que constituye el fuero externo del individuo como ser libre y pensante. Pero en la actualidad nos hemos visto inmersos en distintos brotes de censuras donde lo que no es aceptado por nuestras costumbres es sencillamente apartado.

 

En esta ciudad, donde las calles poco a poco se desempolvan del carnaval, de la Fiesta del Mar, y de aquellas otras festividades que hacen parte de nuestra identidad, haremos mención de una decepcionante realidad, que aunque parece lejana también hace parte de Santa Marta.

 

Sin embargo, aunque este estilo de vida cuente con pocos colores, y un sinnúmero de vertientes en los cuales la música, la noche, y los sonidos emanados por guitarras, bajos, teclados, baterías y algunas veces voces guturales acompañadas de majestuosos sopranos atiborre la existencia de muchos, los cuales la sociedad subyuga hasta tal punto de poder afirmar que se tiene un deficiente apoyo emanado del Estado e incluso de la misma sociedad. Pero aunque parezca una utopía han podido sobrevivir a lo largo de los años, como una cultura que cada día se arraiga más en nuestra ciudad, pretendiendo erradicar algunos brotes de intolerancias que aún en este siglo XXI muchos son víctimas.

En años atrás, la posibilidad de poder encontrar un casete con rock, heavy, Black, Death, o Gothic metal era casi imposible; y ni hablar de lo privilegiado que era aquél que en ese tiempo tuviera en su poder un CD de cualquier banda de metal, considerando que en ese entonces no se contaba con la tecnología que hoy nos acompaña.

Pero es gracias a la astucia y a la pasión desenfrenada que nace de estos guerreros, que el buen rock, y los riff pesados del metal llegan a esta ciudad, siendo entonces actores de muchas miradas desconcertadas por los logos de sus camisetas y el color negro que reinaba en sus vestimentas. Así pudieron darle vida a una nueva etapa cultural que enmarcaría el comienzo de otro estilo de vida, que sería hasta estos tiempos aceptado por algunos y criticado y apartado por otros.

En la actualidad la escena del metal en Santa Marta parece crecer poco a poco, aunque lo haga con pasos lentos que van cargados de firmeza y seguridad a la hora de hablar de un posible desarrollo cultural a largo plazo. Para ello se deben tener en cuenta las dificultades que hacen parte de este largo proceso como lo es la carencia de un lugar oficial para la organización de conciertos u otros actos que llamen a la formación musical, artística y por ende cultural.

La creación de diferentes bandas con influencias de los padres del metal deleitan los oídos de un público que en minoría disfruta y se sumerge en lo que sería el éxtasis musical que conforma su estilo de vida. Es por ello que sus gustos varían desde el potente y crudo Heavy, el melancólico y oscuro Gothic, el agresivo y descomunal Death, el legendario y arrollador Power, o del género que causa más conmoción en la sociedad de creyentes: el Black Metal, u otros fastuosos estilos que hagan parte de esta gama musical.

Nos daremos cuenta que dentro de esta transición llega el alfa y el omega para algunas bandas. Mientras que unas deciden simplemente desaparecer, otras pretenden nacer o perduran en una de las ciudades que en el pasado, el legado violento de los grupos al margen de la ley amenazaba constantemente a través de la divulgación de folletos o también llamados panfletos, la violación de diferentes derechos de índole universal y fundamental para el hombre como lo son el derecho a la vida y a la libertad. Generando gran inconformidad y zozobra para familiares y amigos de las víctimas de este tipo de ataques.

Muchos verán esta aguerrida evolución como un imposible, pero cabe anotar que en ciudades como Barranquilla, Bogotá, Cartagena, Cali, Medellín, entre otras, la escena crece descomunalmente, advirtiéndonos que en Colombia, sí hay metal.

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