Regalos de dos mil barras

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Luis Reyes Escobar

Luis Reyes Escobar

Columna: Opinión

e-mail: luksreyes@hotmail.com


Llevábamos el baúl del carro cargado de regalos. Nos dirigimos al barrio en el que vive una amiga muy cercana a la familia, con la intención de entregarles un detalle a unos cuantos niños.
Pensé que el hecho de repartir motos, carritos, muñecos y muñecas, nos ayudaría a sacarles una sonrisa, sin embargo, unos cuantos minutos después de haber iniciado la actividad, a lo lejos se escuchó decir “son puros regalos de dos mil barras”. Pensé que nuestra intención estaba perdiendo sentido por completo y levanté la vista para encontrar alguna razón que hiciera cambiar mi pensar. La vida me respondió mostrándome un par de niños haciendo trueque, para así quedar con el regalo que cada uno quería.

La navidad es algo que siempre me ha emocionado. Cuando era niño, desde noviembre empezaba a hacer la carta que debía enviarle al niño Dios, ya que de eso dependía que me trajeran los regalos que quería. Mi mamá siempre se preocupó porque no nos enteráramos de que papá Noel era una fantasía y en varias ocasiones, eso fue motivo de conflicto con los vecinos. Trato de pensar en algún veinticinco de diciembre en el que no recibí lo que quería y realmente no lo recuerdo. Me dieron carros, bicicletas, muñecos, ropa, consolas de juego, en fin, puedo decir que solo el taller de santa Claus podía superar mi hogar.

A pesar de lo llenas de regalos que fueron mis navidades, la que más recuerdo no está relacionada con el recibir, sino con el dar. Económicamente hablando, ese año no fue el mejor para la familia. Me angustiaba ver a mi mamá con cara de preocupación tratando de resolver como haría para comprarnos ropa y regalos. Ante tal escena, no tuve más remedio que decirle que ya sabía que el niño Dios era ella, que no necesitaba regalos y que quería comprarle a mi hermano menor el carro a control remoto que él soñaba: el rebound 4x4. A pesar de mi confesión, mi madre insistía en que quien me hubiese dicho tal barbaridad, había mentido.

Al final logré convencerla y salí corriendo al almacén a buscar el tan preciado juguete. Encontrarlo fue toda una odisea, pero ocultarlo hasta que pudiese comprarlo, lo fue aun más. La emoción que sentía era impresionante, el corazón se me quería salir del pecho, me sentía un niño grande. A pesar de lo bien que me sentí al poder comprar el regalo, lo mejor estaba por venir al día siguiente. Me cuesta describirles el regocijo que sentí al ver a mi hermano menor presumir ante sus amigos el regalo que le habían traído en noche buena. La fotografía de ese momento pasó a ser uno de mis recuerdos mas memorables y desde ese momento entendí, lo feliz que me hacía el dar, más que el recibir.

En la vida tenemos que enfrentar múltiples situaciones. Unos nos quejamos, otros tratamos de cambiarlas y algunos simplemente las abrazamos para convertirlas en oportunidades. Debemos ser conscientes de que muchas de estas situaciones no podemos escogerlas y muchísimo menos podemos cambiarlas. A pesar de eso, si podemos controlar la percepción que tenemos sobre ellas y actuar desde ese enfoque. Hasta el día de hoy ¿Qué tan efectivo ha sido lamentarte de lo insatisfecho que estás con tu vida? Es muy difícil cambiar nuestras vidas, sino estamos dispuesto a ver opciones en ella. Es por eso que se dice que “el mundo no es como es, sino como somos”.

Nuestra felicidad terminará dependiendo de cómo decidamos enfrentar la realidad que la vida nos pone en frente y es por eso que quiero invitarlos en esta navidad a que cambiemos las quejas y lamentos, por nuevos juicios, a que dejemos de ser víctimas, para volvernos protagonistas de nuestra historia, a que cambiemos los lentes de pesares, por lentes de felicidad y en especial los invito, a que disfrutemos de las pequeños regalos que nos da la vida y mejor si cuestan dos mil barras.