Un nuevo protagonista mundial

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Escrito por:

Ignacio Pareja Amador

Ignacio Pareja Amador

Columna: Reflector Mundial

e-mail: reflectormundial@yahoo.com.mx

Twitter: @Nacho_Amador 



Recep Tayyip Erdogan es el hombre del momento en Turquía, ostenta el cargo de Primer Ministro de aquel país (por tercera ocasión) y este fin de semana acaparó la atención de la prensa internacional gracias a los buenos resultados que obtuvo su Partido Justicia y Desarrollo (AKP) en las elecciones legislativas.

Dirige la administración interna de su Estado desde marzo de 2003, a su gobierno se le atribuyen las bondades del equilibrio y el buen manejo macroeconómico del país musulmán más cercano a Occidente.

Para 2010, de acuerdo con datos de la Agencia Central de Inteligencia de EE.UU. (CIA), la población turca ascendía a cerca de 78 millones de habitantes, la cual tenía un crecimiento estable de 1.2% (por debajo de la media mundial 1.09), el 70% de la población vivía en zonas urbanas, lo cual nos habla de los adelantos en materia de urbanización. La esperanza de vida era 72.5 años, un dato que sin duda deben atender los turcos para alcanzar los requerimientos que pide la membrecía europea. Es un país netamente musulmán (99.8% de sus habitantes profesan el islam), pero se caracteriza por ser moderado, muy distinto a los regímenes radicales que reinan en Oriente Medio.

Estamos hablando de un país con una economía de cerca del billón de dólares (960 mil millones de dólares), la 16 más grande del mundo, con un crecimiento de 8.2% -uno de los más altos a nivel global- y un PIB per cápita de 12,300 USD. Es una república democrática parlamentaria, donde obtener una mayoría específica de estaños en el Congreso permite al gobierno en turno aplicar sus programas y políticas públicas sin necesidad de los consensos, un escenario que no podrá aprovechar Erdogan, pues no logró esta meta en las votaciones del domingo.

Pero esto no será impedimento para que el político turco mantenga su ambición respecto a llegar al máximo puesto del gobierno (la Presidencia), pues se dice que planea modificar la Constitución para permanecer en el poder por más tiempo.

Es un hombre con liderazgo, un político carismático cuya popularidad se basa en que la gente se identifica con él. Su historia se remonta al barrio turco de Kasimpasa, de donde pudo salir para ir posicionándose en puestos del sector público, sin duda ello le ha ayudado, sobre todo para consolidarse en el poder, pues a qué pueblo no le gusta seguir ejemplos de vida, como el de un joven pobre logra el sueño de llegar a ocupar altos puestos en la administración pública por sus méritos y que además se vuelve un personaje de coyuntura a nivel internacional.

Su dureza musulmana combinada con una aceptación hacia lo Occidental y un sentimiento de pertenencia hacia lo europeo lo hacen un personaje que dará mucho de qué hablar a corto plazo. Gracias a su gestión Turquía es miembro hoy de importantes clubes internacionales como el G-20, la Otán y la Ocde. Su objetivo prioritario es hacer de su nación una estrella más del firmamento europeo. Todo parece indicar que no está tan lejos de su meta pues hoy en día Turquía es considerada una economía emergente, de poder económico mediano, pero con gran influencia a nivel político, sobre todo en la difícil zona de Medio Oriente, el punto rojo permanente de la arena internacional.

Sin embargo, no todo es miel sobre hojuelas en Turquía. Entrar a ciertas organizaciones internacionales implica medirse con los países más avanzados. En este tenor, y tomando como referencia el ya conocido en esta columna "Tú índice para una vida mejor" (your better life index) de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (Ocde) podemos notar los pendientes que tiene el pueblo turco: reprobó en materia de ingreso, trabajo, sentimiento de comunidad, educación, medio ambiente, gobernanza, salud, satisfacción de vida y balance entre vida y trabajo. Prácticamente sólo aprobó en el rubro de seguridad (7.0). Obtuvo los resultados más bajos de los 34 miembros de la organización, lo que nos da una perspectiva muy distinta que contrasta con los primeros datos mostrados.

La lección es más que clara: el desarrollo no puede calcularse de acuerdo con los índices de crecimiento de la economía o con el ingreso per cápita de un país, sino que la medición está orientada al derrame que tenga la economía sobre los niveles de vida de la población, donde se incluyen las variables de educación, servicios domésticos, servicios médicos, grado de marginación, etc.

El señor Erdogan y sus funcionarios tienen una tarea por demás importante; distribuir la riqueza del país hacia todos los sectores de la población turca, gracias a las estadísticas sobre bienestar podrá identificar los rubros sobre los cuales deberá invertir los excedentes de la economía, y quizá ello le ayude en la difícil empresa de llegar a ser de Turquía un país realmente europeo.