Charles Aznavour, la voz de la Chansón

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Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



Hace poco más de 50 años, Francia era el ombligo del mundo intelectual. Todos querían ir allí, ansiaban estar presentes y “aparecer en la foto”. Las estrellas en Paris eran tan comunes como cualquier ciudadano. Eran los tiempos de los maestros filósofos, Jean Paul Sartre, Michel Foucault, Albert Camus, Simone de Beavoir y, claro, Jean Cocteau, gran maestre del Priorato de Sion. París respiraba intelectualidad, arte y cultura, y bebía de prodigiosas fuentes intelectuales. Julio Cortázar y Gabito eran parte de la escena literaria parisina, como muchos escritores fantásticos. Además, pintores, músicos, escultores, actores...

Y, claro, el romanticismo francés era un imperdible; el canto derretía corazones. La entrega de los intérpretes, la hermosura de las canciones, los arreglos simples pero bien logrados, hacían que las damas se rindieran ante los requiebros de sus galanes. Yves Montand, Hervé Vilard y Charles Aznavour comandaban esa tropa de la canción romántica francesa. Entre las voces femeninas se destacaban la dama de la canción Edith Piaf, Jane Birkin, Isabelle Adjani, La Patachou y Mirelle Mathieu; hasta la hermosa Brigitte Bardot incursionó en la música. Gloriosos tiempos en que los cantantes italianos se las veían a gatas para superar a los galos.

Charles Aznavour, parisino de padres armenios, se dedicó a la música desde pequeño. Con George Ulmer sirvió de telonero por algún tiempo en las presentaciones de Edith Piaf. Era dura la postguerra. Su persistencia como compositor y cantante cobró por ventanilla; después de varios años insistiendo, el reconocimiento y la fama lo abrazaron. Su mensaje musical llegaba fácil al público, que lo sentía suyo. Canta con la Piaf en muchas ocasiones sin grabar (Años más tarde, gracias a la tecnología canta a dúo con el gorrión de París). Después, salta el charco y Estados Unidos le acoge, llegando a cantar a dúo con el gran Frank Sinatra. El cine le permitió mostrar su talento actoral en numerosas producciones, tan polifacético era. Premios y reconocimientos crecían a la par de su discografía y su fama. Los acetatos registraron canciones en italiano, inglés y alemán. De hecho, cantó en nueve idiomas. Todo un portento.

Empezando este otoño, Aznavour ve sus últimos momentos en su país natal esperando que el enfisema cerrara el libro de su existencia. Tan importante fue que le rindieron el homenaje reservado a los grandes franceses. El presidente Emmanuel Macron, Nicolás Sarkozy y François Hollande y el primer ministro armenio Nikol Pacinian honraron al gran artista, que nació francés y armenio, cantaba en francés buscando siempre la perfección idiomática de sus creaciones. Los himnos de Francia y Armenia sirvieron de fondo musical para su despedida. Su público, por fuera de los honores de Estado, entonaba “La Bohème”, su más representativa canción. El féretro fue adornado con las banderas y símbolos franceses y armenios. Aznavour recibió una condecoración póstuma de la Legión de Honor francesa. Familia y amigos acompañaron tan merecido homenaje. Macron, interpretando esa elevada intelectualidad francesa, afirmó: “En Francia, los poetas no mueren jamás”. Sin embargo, sus fans sintieron que los honores en Los Inválidos lo alejaron de ellos; casi lo entendieron como un “secuestro” por parte del Estado. Querían algo más popular, a lo Víctor Hugo.

El genio viene en la sangre: Shanour Vaghinag Aznavourian no tuvo estudios musicales. Pero bastó la determinación, la convicción en sus talentos, la preparación y la persistencia para llegar a donde quiso. A pesar de su fama, fue discreto, mantuvo bajo perfil, fue generoso y solidario con sus países, benefactor, y profundamente armenio. Discretamente organizó su despedida; anticipada y cuidadosamente repartió su fortuna entre sus herederos.

Ha muerto el último gran autor y cantante de Francia, que cantaba al amor pero escribía para la sociedad. Tal vez, muchos no sepan quien fue este gigante y, seguramente, poco les interese. No importa; quienes gozamos al genio francés seguiremos disfrutando de sus canciones. Aquella Venecia romántica de antaño, hoy azotada por atílicas hordas de turistas que desconocen el sentido de las piezas del francés, se queda sin su más sentido cantante, la voz de la chansón francesa, cerrando un ciclo irreemplazable.

Apostilla: Recibimos la triste noticia de la partida de dos grandes humoristas colombianos: Don Chinche (Héctor Ulloa) y Enrique Colavizza. En el Olimpo de los artistas harán las delicias de los concurrentes.