La Madre Tierra

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Ignacio Pareja Amador

Ignacio Pareja Amador

Columna: Reflector Mundial

e-mail: reflectormundial@yahoo.com.mx

Twitter: @Nacho_Amador 



Hace algunos días nos hicieron llegar muy amablemente del Inegi (Instituto de Estadísticas y Geografía de México) un boletín de prensa referente al Día Internacional de la Madre Tierra (22 de abril), un día que ha instituido Naciones Unidas como -otro momento propicio- para reflexionar sobre las actividades del hombre y la preservación del planeta.

En esta ocasión más que la festividad, que por supuesto resguarda una importancia imprescindible para los seres humanos, queremos resaltar algunos datos que son sustanciales para difundir por cualquier medio dada su importancia para conocer nuestro planeta de manera general, así como para tener una noción del deterioro que le provocamos y nos provocamos al desafiar a la naturaleza con nuestra forma de producción y nuestra idea de desarrollo.

Los daños que el hombre le ha causado al planeta son variados, algunos son consecuencia del crecimiento de la población afectando los ecosistemas, sobre todo en aquellos lugares de alta concentración urbana, los cuales contaminan de forma importante con sus residuos sólidos, pues es más barato producir que reciclar. La contaminación del agua es otro problema pues desde 1900 se ha perdido la mitad de los mantos acuíferos a nivel mundial, así como otras agravantes en los océanos, el subsuelo, el aire, e incluso el entorno (contaminación luminosa y auditiva).

Otro problema que generan las actividades del hombre es la contaminación atmosférica, por la cual se han acumulado desde hace más de dos siglos residuos gaseosos (CO2, clorofluorocarbonos, monóxido de carbono, etc.) en la atmósfera que impiden la salida de los rayos solares, energía que causa el problema del calentamiento global, el derretimiento de los polos y el cambio climático. Naciones Unidas calcula que ha habido un incremento en las emisiones de gases de efecto invernadero del 70% entre 1970 y 2004, además de que "las temperaturas del hemisferio norte durante la segunda mitad del siglo XX fueron las más altas de los últimos 1,300 años".

Por supuesto que las invenciones del hombre y sus avances en biotecnología también afectan al planeta y a la biodiversidad, sale a colación el problema de los productos transgénicos, los cuales, si bien siguen un proceso estandarizado que les permite ser producidos en masa y satisfacer las grandes demandas de alimentos del hombre y su ganado, afectan a las plantas nativas, las cuales se adaptaron a un entorno particular como consecuencia de una evolución de cientos de años; los cambios repentinos en el clima y la introducción de plantas modificadas reducen sus posibilidades de reproducción, acaban con la diversidad, nos condena a la estandarización, a lo sintético, nos conminan a cubrir de forma egoísta nuestras necesidades ignorando las de la madre tierra.

La respuesta del planeta a nuestras acciones se ha hecho notar. Pese a que no todos los desastres naturales son consecuencia de la actividad humana, las desgracias que vive el hombre sí son resultado de su mala planeación o la omisión de los mensajes que de la naturaleza derivan.

Por ejemplo, en el mundo se registra en promedio un temblor cada 5 minutos, la mayoría no genera desastres, pero gracias a los registros sabemos que han causado grandes tragedias a la humanidad como el terremoto de Kwanto, Japón en 1923 que dejó un saldo de 142,800 personas muertas, las inundaciones en China de 1923 donde perecieron 3.7 millones de personas (ahogadas, por hambre y enfermedades), el Ciclón de Pakistán de 1970 que arrasó con 300 mil vidas humanas, el terremoto y tsunami del Océano Índico de 2004 que provocó la muerte y desaparición de 227 mil personas. En últimas fechas no podemos dejar de recordar los terremotos en Haití y Chile de hace un año, o el terremoto y tsunami en Japón de hace casi dos meses, eventos que deben despertarnos un interés particular por replantear nuestra estrategia de desarrollo basada en la explotación, por una sostenida en el reconocimiento de necesidades mutuas entre la humanidad y el planeta.

Penosamente nos damos cuenta de que, como consecuencia de la globalización, hemos perdido la capacidad de asombro, la gran cantidad de información que recibimos de los medios masivos de comunicación nos impide dimensionar de manera correcta el daño que le estamos haciendo al planeta y a nuestra especie, ya que no sólo estamos dejando una tarea casi imposible a las generaciones futuras, sino que ponemos en riesgo el bienestar de las presentes. Dejamos abierta la reflexión.