¿Abortos?

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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



Así se tituló una de las recientes columnas de Margarita Rosa de Francisco.  Me conmovió porque lo que narra, la historia, es la historia de todos los que han hecho del miedo el protagonista principal de sus historias.

Escribimos nuestra propia historia teniendo al miedo o al amor como protagonista principal.  Cuando elegimos, generalmente no somos conscientes de lo que yo llamo el contrasentido del amor y del miedo, el cual consiste en que la esclavitud del amor nos hace libres, mientras que la libertad del miedo nos hace esclavos.  Ambos protagonistas transforman las experiencias.

Aunque ella no lo crea, realmente era demasiado joven para saber o entender –aun hoy no lo entiende- a lo que estaba renunciando cuando decidió abortar porque nunca  quería ser mamá.  Tengo claro que no toda mujer que pare un hijo es madre ni toda madre ha parido un hijo.  Pero es también claro que parir un hijo da la posibilidad de ser madre.  El día que renunció a parir un hijo y a la posibilidad de ser madre, renunció a la posibilidad cierta de encontrarse con el amor más puro, renunció a amar y a ser amada e hizo del miedo su compañero.

Mencioné que el amor transforma la experiencia; cuando se ama, el dolor de parir –por cierto cada vez más una alegoría poética gracias a la epidural- no es la maldición del miedo sino un precio demasiado pequeño a pagar por y para encontrar el amor.  Ese dolor de parto en la experiencia del amor es una alianza, una comunión, entre madre e hijo, que le da a esa relación una calidad superlativa superiorísima que es lo más cercano al amor perfecto.  Terminada la labor de parto, y cuando la madre tiene en sus brazos ese bebe tierno e indefenso, generalmente llora de alegría incontenible. ¿Has visto sonreír a un bebe?  Cuando se es testigo de esto, es imposible no adquirir la certeza de que el amor perfecto y absoluto existe.

Creer que la mujer condena a la humanidad a morir solo por tener hijos es una de las tantas distorsiones del miedo.  La tragedia de la humanidad nunca ha sido ni será morir, que es tan natural como nacer o respirar.  La humanidad se condena cuando nunca llegar a conocer el amor.

Cuando se llega a ser madre, la historia misógina es irrelevante.  Mi apreciada Margarita Rosa, no son la historia misógina ni el Dios moralista -¿misógino también?-  los culpables.  Con respecto al último, desiste de intentar matarlo para librarte de tus culpas…muchos lo hemos intentado infructuosamente por siglos.  Nietzsche  ya murió, y el Man está vivo.

Ojala la historia pudiera reescribirse, pero no se puede.  Sin embargo, en lo que resta de tu historia puedes renunciar a los espejismos libertarios del miedo y hacer al amor el nuevo protagonista de tu historia.  Porque la verdad mi apreciada Mencha, es que incluso si los espejismos del miedo lograran conquistas legales o sociales por medio de alguno de sus muchos activismos -llámese feminismo, movimiento LGTB, o lo que sea-  ni tu ni quienes son impactados por los logros serán felices.  Y no lo serán porque la felicidad presupone el amor.

Las transformaciones logradas por el miedo solo dejan a su paso más caos, desorden y dolor.  Todos buscamos ser felices, incluso cuando escogemos el miedo.  La rebeldía verdadera no consiste en desafiar sistemas o leyes o en cambiar la historia colectiva.  La verdadera rebeldía es un acto íntimo y personal que consiste en derrotar al miedo, atrevernos a amar y a ser felices.  La felicidad es nuestro único destino y para eso fuimos creados. 

Mi apreciada Margarita Rosa, la suma de tu historia individual no puede reducirse a la incansable justificación del miedo y de la ausencia de la felicidad.  Esto sería la peor condena.  Ser infelices no es una condena sino una opción porque es posible ser feliz.  ¡No tengas miedo de amar!


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