Lo importante es hacer algo al respecto

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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



Es imposible escribir sobre algo distinto.  Es un tema que cada vez es más frecuente, y que por lo grave se convierte en tema obligado para los medios y la sociedad en general. 
La corrupción ha tocado todas las ramas del poder a los más altos niveles, y aunque esto es noticia, es noticia vieja con actores nuevos.  No podemos seguir conformándonos con el repudio de rigor y que todo siga igual hasta el siguiente escándalo.

No comparto las propuestas que se escuchan de que hay que reformar esto o aquello.  El problema no radica en el diseño institucional sino en quienes hacen parte de las instituciones.  No entiendo por qué la sociedad civil no asimila que estamos ante una crisis de grandes proporciones; ante un problema sistémico que para ser resuelto necesita que toda la sociedad participe en una reflexión colectiva.  Si existiera una herramienta jurídica, debería declararse el estado de emergencia.  Lo que está sucediendo es más grave que lo que está sucediendo con nuestra economía o cualquier otro aspecto de nuestra vida nacional.

Los delincuentes de cuello blanco, llámense magistrados, senadores, presidentes, ministros o empresarios fueron parte de una familia, se formaron en alguno de los colegios o universidades de nuestra geografía y probablemente fueron miembros de una comunidad de fe, ¿entonces qué pasó? ¿No les inculcaron los valores correctos? ¿En qué parte del camino se torcieron y de la mano de quién? ¿En qué momento la riqueza fácil se convirtió en la meta de sus vidas?

La sociedad civil, el ciudadano común, no pueden seguir dilatando el iniciar una cruzada contra la corrupción a todos los niveles, pero sobre todo a los niveles menos visibles de cualquier sociedad.  Es imposible que este tema genere cansancio o se hable demasiado sobre él.  Reflexionar sobre la corrupción debería convertirse en una obsesión nacional.

La corrupción no la vamos a derrotar delegando nuestra responsabilidad a las autoridades.  La corrupción la vamos a derrotar formando personas con valores y derrotando la cultura del más vivo y el dinero fácil.  Derrotando la cultura de no me digan que prefiero no saber, me acabo de enterar y todo fue a mis espaldas.  No podemos seguir tolerando el cinismo de nuestros líderes, de quienes nos rodean ni de nosotros mismos.

Tenemos que consciente y diligentemente abrir los espacios para promover el dialogo en las escuelas, en las familias, en las iglesias y universidades, en el barrio y en fin en todos los escenarios donde transcurre la vida ciudadana.  Este debe ser un tema de todos los días.  El dialogo tiene que ser honesto o no sirve, y no debe hipotecarse a causas o partidos políticos.

A nivel institucional, el origen y la raíz de la corrupción es el sistema político, siendo su raíz más grande el Congreso de la Republica.  En la medida en que el Congreso ha tenido mayor incidencia en la elección de quienes administran la justicia, esta última se politizó y se pervirtió aún más.  Es necesaria una reforma política de gran envergadura, pero hacerla sin antes haber resuelto el problema a nivel ciudadano es perder el tiempo.  Mil veces preferible un sistema mal diseñado manejado por hombres probos a un sistema bien diseñado manejado por hombres corruptos.  Reformar los sistemas sin reformar el elemento humano es un ejercicio estéril y un error que no podemos seguir repitiendo.

Invito a todas las personas a que como ciudadanos hagamos de la lucha contra la corrupción nuestra primera prioridad y parte importante de nuestras conversaciones con otros.  Luchar contra la corrupción no es lo mismo que luchar contra los corruptos.  A largo plazo, la estrategia más efectiva contra los corruptos es derrotar la cultura de la corrupción.  Las autoridades mal que bien son las encargadas de luchar contra los corruptos pero la lucha contra la corrupción nos compete a todos y trasciende la esfera estatal.  No podemos seguir dormidos porque este enemigo nos va a devorar.


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