No más Uribe, pastrana y sus seguidores

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Cecilia Lopez Montaño

Cecilia Lopez Montaño

Columnista Invitada

e-mail: cecilia@cecilialopez.com



Los que creemos que se ha abierto una ventana de oportunidad con la entrega de armas de las Farc; con su concentración en zonas específicas y con todos los otros elementos del inicio de un proceso de posconflicto con este grupo guerrillero, tenemos que cambiar el foco de nuestros debates. Hemos seguido el juego de quienes desean ‘hacer trizas’ el Acuerdo con las Farc; meter a todos los guerrilleros a la cárcel y retroceder en lo que se ha avanzado. Pero como diríamos en la Región Caribe ‘ya está bueno’. Sabemos del alto nivel de organización de este grupo político y sus seguidores para llenar de insultos en todos los sitios que se lo permiten, a quienes nos atrevemos a disentir de sus posiciones. Son realmente ejércitos de odio, frente a los cuales hay que tener paciencia y resistencia para no responderles.


Pero además de las molestias personales, quien realmente está perdiendo en este juego de agresiones es el país, concretamente los sectores que no tienen voz en esta sociedad excluyente, que además son la mayoría. Declaremos suficiente ilustración porque ya sabemos hasta dónde pueden llegar estos sectores uribistas y ahora también pastranistas, y los demás que se les han unido para socavar la honra de muchos, con el fin de ganar la presidencia del periodo 2018-2022. Es decir, su campaña es destructiva, polarizante y realmente no aporta ninguna salida en los momentos que hoy enfrentamos, los cuales son decisorios para el futuro del país.

Lo que Colombia necesita es pasar de lo negativo a lo positivo. No estamos en crisis, pero la economía no va bien, ni la seguridad ciudadana, ni en aspectos claves que hacen que la vida de 50 millones de ciudadanos alcance, por lo menos, niveles aceptables de bienestar. El proceso de paz avanza en medio de un ambiente nacional hostil pero muy positivo para el resto del mundo, que no hace sino alabar lo logrado por el Gobierno Nacional y su equipo negociador. No estamos para hacer fiesta, eso es verdad, y precisamente por ello, aquellos que tenemos voz aceptemos la obligación de encontrar salidas, de abandonar la posición defensiva y buscar los caminos que garantizarán minimizar los costos de esta parte descendente del ciclo económico. Tan importante como lo anterior o más, debemos asumir los retos de poner en marcha un proceso de paz que acabe con esa guerra interminable que Colombia ha vivido durante su historia.

No sigamos haciéndole el juego al odio, al rencor, a los insultos, a refundar el país, porque ya sabemos eso que quiere decir exactamente: cambiar todo para que nada cambie, porque ese país en guerra les fue funcional a muchos para preservar todos sus privilegios, todos sus asaltos a los bienes públicos y todas las prerrogativas que los han separado de la forma de vida de la mayoría. Nada duele más que la indiferencia y esta debe ser nuestra norma, pero no debemos quedarnos allí sino propongamos las nuevas rutas que debemos seguir los colombianos y sometámoslas a debates, incluyendo a todos los sectores, a ver qué dicen.

Se necesita honestidad en todas sus dimensiones para reconocer las grandes barreras que enfrenta la sociedad colombiana para llegar a ser un país normal, pero también se requiere generosidad para aceptar que muchos tendremos que hacer sacrificios para que los sectores marginados avancen. Como afirmó recientemente el señor Procurador, los empresarios también deben preocuparse por el manejo de lo público y no solamente cuando se trata de obtener beneficios. Un país concentrado en encontrar nuevamente la senda del desarrollo, pero esta vez, de forma incluyente, es finalmente un mercado dispuesto a responder a una oferta abundante de bienes y servicios. Unos trabajadores bien pagados son más productivos y no solo son un costo para los dueños del capital.

¿Sera posible que dejemos atrás a Uribe, a Pastrana y a sus seguidores, y nos concentremos en sacar a Colombia adelante? Los invito a que cerremos este capítulo, ignoremos las agresiones personales y en cambio, volvámonos creativos y sobre todo positivo para reconstruir una sociedad mejor para las próximas generaciones.