Terremoto en Japón: no es cierto que Dios o el planeta se hayan ensañado con el hombre

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Escrito por:

Jorge García Fontalvo

Jorge García Fontalvo

Columna: Opinión

e-mail: jgarciaf007@hotmail.com



En estos últimos días es muy común leer en sitios reconocidos de la web frases como estas: "Es castigo de Dios"; "Como lo dice la Biblia el fin se acerca"; "La tierra se está cobrando los desenfrenos del hombre" refiriéndose con estos comentarios a las tragedias y calamidades vividas por cientos de miles de personas en Haití, Chile, Colombia, Brasil, Australia, Nueva Zelanda y Japón. Nada más fuera de contexto, sin sentido, alejado de la realidad, falto de inteligencia y de humanidad. Simplemente no es cierto, que Dios o el planeta se hayan ensañado con el hombre por causa de sus pecados o desafueros.

"Todo acontece de la misma manera a todos, un mismo suceso ocurre al justo y al impío, al que sacrifica y al que no sacrifica, como al bueno, así al que peca." Eclesiastés 9:2. No es posible que aún hoy en plena era espacial, cuando la tecnología acerca al hombre a los confines del universo, algunos grupos que se consideran especiales a sí mismos en su propia ignorancia e insensatez, se sientan mejores seres humanos que sus semejantes y lo que es peor aún se regocijen con las desdichas de los demás. "Porque misericordia quiero, y no sacrificios, y conocimiento de Dios más que holocaustos". Oseas 6.6. Al parecer esto nunca lo han leído.

¿Qué clase de misericordia puede existir en el corazón de las personas que se sienten felices por causa del mal ajeno, cuando piensan que las tragedias como las vividas en los últimos días en Japón son castigo de Dios o venganza del planeta? Por supuesto ninguna. ¿Serán los colombianos más justos que japoneses, chilenos o haitianos? Seguro que no, y lo contrario tampoco es. Entonces, ¿por qué pensar que uno u otro son merecedores del mal que les aqueja? Esto realmente no se puede comprender y mucho menos aceptar. Lastimosamente, no se puede evitar que la ignorancia deambule por nuestras calles transmitiendo mensajes estúpidos e irresponsables, cargados de ira y de veneno. Ciegos guiando a ciegos, que pesar.

Por otra parte, un artículo publicado por The Iris Consortium una agencia interuniversitaria estadounidense dedicada a estudiar la tierra y su interior, señala a los terremotos como aquellas fuerzas geológicas que construyen montañas y crean nuestros mares. Estos fenómenos, agrega, ocurren cuando la tierra en su afán de buscar su propia estabilidad moviliza sus placas unas hacia otras en todos los sentidos.

De la misma forma que el ser humano sufre una serie de cambios de tipo fisiológicos hasta alcanzar un estado de estabilidad y madurez física y mental, el planeta en su proceso de evolución manifiesta también toda clase de alteraciones internas de reacomodación que dan origen a los movimientos sísmicos. Como se puede observar claramente, esto es el resultado de un proceso natural que nada tiene que ver con el comportamiento del hombre, sino con procesos físicos, químicos, geológicos y dinámicos que se dan y siempre se han dado al interior de la tierra desde hace ya más de 4.500 millones de años.

Todo acontece de la misma manera a todos, por tanto, no existe razón alguna para pensar que los hechos acaecidos durante los últimos meses en diferentes partes del mundo, son el resultado de las acciones indolentes y premeditadas de Dios o del planeta.

Somos una especie única dotada de inteligencia, razonamiento lógico, sabiduría y buenos sentimientos, una especie en la que la solidaridad y la amistad sincera deberían primar por encima del odio, los rencores, el resentimiento, el egoísmo y la envidia. Estas tragedias más que motivar la ruptura definitiva de la sociedad debería fomentar el sentido de hermandad y fraternidad entre los pueblos. Es el momento de decidir si la solidaridad y la amistad, o el odio y el rencor. ¿Cuál es tu decisión? La mía ya está tomada, mi gente merece todo mi respeto y una nueva oportunidad. Y que Dios bendiga a todos los que sufren por causa de los desastres naturales.